Elecciones 2024
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En eso del hambre electoral a estas alturas del sexenio no hay mucha distinción entre el partido del presidente y la oposición

Está claro que el cambio en la perspectiva de dos de las tres principales firmas calificadoras sabe a triunfo al gobierno federal cuando el panorama apuntaba a un año terrible con altas posibilidades de una degradación en esas notas que califican la fiabilidad de la deuda.

El cambio en la perspectiva 
por parte de Standard and Poor’s y Fitch Ratings es modificar el color del cristal con que se mira a México, es quitar la cara de “fuchi” pero sin dejar de ser todo lo quisquillosas que son estas firmas de análisis que se deben a sus clientes, quienes les confían la seguridad de sus inversiones.

No hay margen para relajar aquellas cosas que dependen de decisiones internas.

Porque está claro que en la visión que hay de la deuda de México hay muchas variables sobre las que no tenemos control: la política monetaria de Estados Unidos, los precios del petróleo, las locuras del régimen de Pyongyang o los tuits de Trump.

Hay otros de mayor incidencia por parte de México, como el resultado de las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Y hay otros de entera responsabilidad local, como el combate a la inseguridad, la falta de Estado de Derecho o la consolidación fiscal.

Dentro de exactamente un mes, el gobierno federal, a través de la Secretaría de Hacienda, presentará al Congreso su propuesta de paquete económico. Puede contener una miscelánea fiscal, pero seguro incluye una iniciativa de Ley de Ingresos y otra de Presupuesto de Egresos para el 2018.

Al final del día la calificación crediticia que otorguen esas firmas especializadas no es más que un reflejo de la realidad, por lo tanto, no trabajará el gobierno federal para agradar a los escrutadores, sino para mantener ese mundo real lo más apegado a un principio de economía financieramente sana.

Ya será cuestión de analizar a detalle el reparto del gasto para saber si la tentación electoral no se notó en alguna redistribución del siempre escaso gasto público. Pero por lo pronto el principio será el de tender hacia el equilibrio presupuestal.

Ese principio de equilibrio que seguramente hará valer Hacienda en su iniciativa tiene que cuidarse en la discusión legislativa, porque es ahí donde estarán los lobos más hambrientos de recursos extraordinarios para nutrir a las más diversas clientelas políticas.

En eso del hambre electoral a estas alturas del sexenio no hay mucha distinción entre el partido del presidente y la oposición; para muchos es la última oportunidad de alcanzar algo en el reparto del poder y seguro que no dudarían en apuntalar sus aspiraciones con algo de gasto público.

Hay maneras creativas de disfrazar sus cuentas moviendo el tipo de cambio, los precios del petróleo o los estimados de ingresos.

Así que es ahí donde vale la pena cuidar las manos de los que tienen el poder de mantener el camino hacia la disciplina o bien regresar al camino del gasto que luzca aunque llame la atención de aquellas firmas calificadoras que hoy recién se han tranquilizado un poco.