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Y justo cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, vuelve a sacar las uñas con los europeos, la respuesta del viejo continente es poner al frente de la línea de batalla a Christine Lagarde.

La Presidencia de Trump es una mezcla entre el mundo del espectáculo, la política y la economía. Quizá por eso no vale dejar de lado uno de los últimos episodios entre la exdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional y el álter ego del presidente, su hija Ivanka.

De entrada, nada tenía que hacer la hija del presidente de Estados Unidos codeándose con los líderes mundiales en la Cumbre del G20 en Osaka, Japón. Y lo que quedó para el chisme fueron esos ojos que le peló Lagarde a Ivanka Trump en algún comentario que hizo la estadounidense y que a la francesa evidentemente no le pareció muy afortunado.

Seguro que no le gustó nada a Donald Trump que le pusieran esa cara a su hija consentida.

Pero menos le va a gustar al presidente de Estados Unidos que esta mujer tan influyente y con tanto cartel internacional sea la próxima responsable de la política monetaria de la Unión Europea.

Porque más allá de lo poco tolerante que es Donald Trump frente a una mujer empoderada, una de las principales quejas que tiene el republicano es precisamente por el manejo monetario europeo.

La bienvenida que le dio Trump a Lagarde en su futuro puesto de banquera central fue un tuit, en el que acusaba a China y a Europa de jugar con la manipulación de sus monedas, a través de la inyección de recursos, para competir contra Estados Unidos.

Está claro que el presidente estadounidense quiere manipular todo a su antojo, lo mismo a los chinos, mexicanos o europeos. Incluso, quiere guiar las decisiones de su propio banco central. Lo que sea para lograr sus metas personalísimas.

Europa no logra encontrar las tasas de crecimiento y los niveles inflacionarios que le lleven a neutralizar su política monetaria. Al contrario, la falta de dinamismo puede hacer que el Banco Central Europeo (BCE), ya bajo la dirección de Christine Lagarde, pudiera optar por nuevos estímulos monetarios que podrían repercutir en un euro más depreciado.

Y eso es lo que más molesta a Trump. Que otras monedas se debiliten y encuentren ventajas cambiarias en el comercio internacional.

Ahora que Lagarde consiguió ya la nominación para ser la sucesora de Mario Draghi y estar al frente del BCE durante los próximos ocho años, debería negociar una cláusula de riesgo laboral para tratar con Donald Trump. Que, aunque no lo vea directamente a la cara, puede estar segura de que vivirá bajo su acoso todo el tiempo.

Será, claro, a través de la amenaza de aranceles comerciales como Donald Trump intentaría presionar las decisiones del banco central de Europa, lo que tendrán que ponderar Lagarde y el resto de los banqueros centrales europeos en su toma de decisiones.

Está claro que, para los intereses europeos, la decisión de poner a esta poderosa mujer al frente del BCE fue una muy atinada. Pero que no queden dudas de que Christine Lagarde va a vivir bajo el acoso constante de Donald Trump, quien buscará alinear a la Unión Europea con sus personalísimos intereses.