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En la edición de Sin Fronteras del 3 de octubre abordamos el tema de la fuerte alza en las tasas de interés de largo plazo en Estados Unidos.

En aquel momento, destacamos que las tasas que pagan los bonos del Tesoro a 10 y 30 años habían experimentado un agresivo aumento desde junio, con la tasa del bono del Tesoro a 10 años (T10) subiendo de 3.71 a 4.67%, y la del bono a 30 años (T30) ha pasado de 3.86 a 4.79% hasta ese momento. Asimismo, enfatizamos que dicha tendencia alcista, que se había acelerado a partir de septiembre, podría continuar.

A tres semanas de esa publicación, las tasas de largo plazo no han dejado de subir, llevando la tasa del T10 a tocar 5%, mientras que la del T30 llegó a 5.1 por ciento.

Aunque al cierre de ayer las tasas de largo plazo habían retrocedido ligeramente, su fuerte incremento está generando un considerable endurecimiento en las condiciones financieras, lo que se traduce en un importante encarecimiento y una menor disponibilidad de crédito.

Un claro ejemplo es el mercado hipotecario en donde las tasas para el plazo de 30 años superaron 8%, cuando hace 18 meses estaban en 3.75 por ciento. Como consecuencia, el índice de solicitudes de hipotecas tocó su nivel más bajo desde 1999.

Asimismo, la venta de casas existentes se ha desplomado de un pico de 6.5 millones de viviendas al mes en términos anualizados en el 2021, a 4 millones en octubre de este año, su nivel más bajo desde el 2010.

A pesar del fuerte incremento en los precios de las viviendas, hay pocos incentivos para que alguien que compró su vivienda en los últimos 10 años con créditos hipotecarios a tasa fija muy baja, quiera vender su casa porque el costo de reposición es prohibitivo.

El Housing Affordability Index publicado por la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios y que mide la asequibilidad de comprar una casa promedio para una familia con un ingreso promedio, se encuentra en su peor nivel desde el 2006, casi el pico de la burbuja inmobiliaria que precedió a la Gran Recesión del 2008-09.

Mientras tanto, en el mercado de construcción de casas nuevas, el índice de vivienda de la Asociación Nacional de Desarrolladores de Vivienda cayó a 40 puntos, su nivel más bajo desde enero de este año cuando los economistas apostaban a una recesión.

Una lectura por debajo de 50 puntos en este índice indica que los desarrolladores de vivienda no ven condiciones favorables para la venta de viviendas nuevas.

El impacto negativo del endurecimiento en las condiciones financieras en el sector inmobiliario es el más evidente pero no es el único. El crédito otorgado por la banca comercial al sector privado se contrajo 0.6% en términos anuales durante octubre, lo cual representa la primera lectura negativa desde la crisis financiera del 2008-09.

Esto está sucediendo a pesar de que la demanda de crédito por parte de los consumidores ha aumentado para mantener su gasto conforme los ahorros que acumularon durante la pandemia se han ido agotando. Sin embargo, muchos bancos se están viendo forzados a endurecer sus criterios de originación de crédito para preservar liquidez.

La gran mayoría de los bancos en Estados Unidos acumularon una gran cantidad de depósitos durante la pandemia y, ante la disminución en la demanda de crédito durante el encierro, una parte considerable de dicha liquidez se destinó a la compra de bonos del Tesoro de largo plazo a tasas muy bajas.

Estas tenencias de bonos registran minusvalías muy importantes, pero mientras los bancos tengan liquidez, pueden mantener estos instrumentos en su balance hasta su vencimiento. Sin embargo, para preservar esa liquidez, muchos bancos han optado por prestar menos.

En pocas palabras, el endurecimiento en las condiciones financieras generado por el alza de las tasas a largo plazo podría estar facilitando la difícil tarea de la Fed de llevar a la inflación a su objetivo en el mediano plazo sin tener que seguir incrementando la tasa de corto plazo.