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Quién sabe si Ernesto Javier Nemer Álvarez salió de la Secretaría de Desarrollo Social o bien entró a la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco). Me explico.

Es obvio que, para ocupar la silla vacía desde hace meses en la Profeco, tuvo primero que desocupar el puesto de subsecretario de Desarrollo Social y Humano, ése es un principio básico de la física. Pero la interrogante es más bien del terreno de la política.

No está claro si la oficina encargada de defender a los consumidores fue usada, otra vez, como un salvavidas político para un funcionario en desgracia o si fue elegido por sus calificaciones para encabezar una oficina que, ahora que hay presiones inflacionarias, va a tomar un peso importante.

Y es que no hay nitidez respecto de qué tanto pesó en el ánimo del secretario de Desarrollo Social, José Antonio Meade, aquel tuit de Nemer en el que presumía su habitual boleada en San Cristóbal de las Casas a manos de un menor de edad.

Si ese niño, como tantos otros, está ahí trabajando de bolero es porque ni sus padres, ni las autoridades municipales, ni las estatales, ni la Sedesol ni la SEP, ni nadie han hecho nada para tener a ese pequeño estudiando, haciendo tarea y jugando como debería a esa edad.

Para este ciudadano es parte de una normalidad que un niño ofrezca un servicio. Y, en todo caso, este funcionario fue inocente en su publicación.

Lo que pudo haber sido buena publicidad para el negocio de las boleadas terminó como mala propaganda para su propia causa.

Eso no lo descalifica en lo más mínimo en sus aptitudes, pero lo vuelve incómodo. Sin embargo, este servidor público tiene una carta de presentación especial: ha estado al lado de Enrique Peña Nieto desde antes de soñar con la presidencia. Son de esas relaciones de muchos años en el Estado de México.

Históricamente, la Profeco ha servido como cementerio de elefantes. Le dejo algunos nombres de extitulares de esta oficina y usted dirá: Javier Coello Trejo, Ignacio Pichardo Pagaza o Emilio Chuayffet.

Si no hubiera abusos en los precios, malas prácticas comerciales, colusiones, litros de gasolina incompletos, llamadas telefónicas caídas y todo lo demás, la queja sería el mal uso del presupuesto público en una oficina innecesaria.

Pero la Profeco debería ser una de las más activas y temidas oficinas públicas responsables de cuidar a los consumidores, que además en este país la mayoría tiene pocos ingresos disponibles para ese fin.

Recién la Procuraduría Federal del Consumidor fue usada como trampolín para las aspiraciones políticas de una candidata a gobernadora.

Claro que Nemer merece el beneficio de la duda de haber sido enviado a esta oficina por sus deseos de hacer cumplir la ley del consumidor, y su línea directa con el presidente le permitiría tomar decisiones polémicas en contra de grandes firmas comerciales o sectores muy bien organizados, como los gasolineros.

Tiene en su favor el antecedente de que otro mexiquense también cercano al presidente, Alfredo Castillo, hizo un buen papel en su efímero paso por esa oficina.

No pasará mucho tiempo antes de que se note si la nueva designación presidencial en la Profeco se trata de un salvavidas político o de una misión prioritaria para la actual administración.