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Hay un cambio estructural en la formación de precios gracias a la aplicación de la tecnología; se han abaratado los costos laborales con el uso de apps.

Uno de los pronósticos más fallidos en estos tiempos ha sido el inflacionario. En el caso de México, el desatino ha sido ante un incremento en los precios que dejó atrás la meta del Banco de México de 3 por ciento.

Hace un año los expertos que consulta el propio banco central calculaban que durante este 2017 el Índice Nacional de Precios al Consumidor subiría 3.4 por ciento. Para enero pasado ya calculaban 5.2% y en la más reciente encuesta ya estiman 6 por ciento.

Para lo que resta del año podrían modificarse a la baja las expectativas si es que realmente, como dice el gobernador del banco central mexicano, dejan de dar lata algunos productos tan volátiles como el jitomate.

Más allá de México y sus circunstancias específicas de presiones inflacionarias que van desde el aumento en el precio de los combustibles hasta los exabruptos de Donald Trump que devaluaron la moneda, lo cierto es que en el mundo desarrollado también están fallando los pronósticos y eso sí tiene impacto global.

Hay un fenómeno de inflación a la baja que por ahora parece una virtud, pero que eventualmente podría constituir un problema para el crecimiento económico.

La inflación no es ese monstruo indeseable que nos hemos creado en países como México. Claro que cuando las inflaciones son altas los efectos son perniciosos, sobre todo para los trabajadores que pierden poder de compra.

Pero una inflación controlada es incluso deseable para mantener la economía en marcha. Una deflación, que es una baja generalizada y sostenida de los precios, suena como algo atractivo pero es veneno puro para una economía. ¿Para qué comprar hoy si mañana bajará de precio un producto?

Japón es el mejor ejemplo de los efectos negativos de un comportamiento errático de los precios. Europa lleva también años luchando en contra del estancamiento inflacionario. Y ahora Estados Unidos ve ese fenómeno de baja en su inflación.

Los analistas cometieron el error de esperar una inflación creciente y lo que se han encontrado es un ritmo mucho menor de aumento de los precios, tanto de los precios al productor como de los precios al consumidor.

Influyen los precios volátiles como los energéticos. Pero hay un cambio estructural en la formación de precios gracias a la aplicación de la tecnología. Se han abaratado los costos laborales con el uso de aplicaciones, robots y hasta las redes sociales para poder fabricar y comercializar toda clase de productos y servicios.

Un banco que cierra una sucursal para privilegiar las operaciones en una app; un centro comercial que cierra sus puertas porque las compras se hacen en línea; una computadora que controla un robot que sustituyen a un ejército de trabajadores en una línea de producción, en fin.

Esto implica abaratar costos en beneficio de los consumidores, pero a costa de pegarle a uno de los principales precios de la producción que es el salario. Los trabajadores que no sean despedidos se enfrentan a un mercado presionado por la demanda y eso baja los ingresos.

Está visto que Trump no se va a pelear con los robots y que buscará recuperar algunas plazas laborales que se han creado en el exterior, como en el caso de México.

En fin que el cambio que ahora se nota en unos cuantos puntos porcentuales de la inflación es parte de una transformación estructural importante.