Elecciones 2024
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La continuidad es una condición muy devaluada, una variación repentina en el rumbo económico puede condicionar que crezcamos o caigamos en una crisis

Para quien sepa de la existencia del llamado acuerdo de certidumbre tributaria, firmado en solitario por el gobierno federal a principios del 2014, tendrá claro que no habrá nuevos impuestos para el 2018.

Al menos no en la propuesta de paquete económico que haga el ejecutivo en un par de semanas. Lo que haga el Congreso es predecible pero no garantizado.

Como sea, no es ocioso que el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, recalque el hecho de que no vendrá ninguna propuesta de modificación tributaria en el paquete que propondrán para el 2018.

Es el tipo de mensajes que, aunque reiterativos, llegan a los oídos de una amplia población que lo toma como una novedad y actúa en consecuencia. No esperar aumentos en los impuestos es una preocupación menos.

Insistir en que la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos del 2018 buscarán el equilibrio presupuestal y que la deuda pública mantendrá su corrección a la baja es algo que llega a otro público que también se relaja con el mensaje.

Hay por supuesto muchos funcionarios públicos y proveedores del gobierno que están tensos por saber dónde se aplicarán los recortes previstos para el siguiente año, pero en general los pormenores del paquete del 2018 no es un asunto de interés general. Al menos no este año.

Dentro de un año, cuando a estas alturas del año el calendario marque la necesidad de presentar el paquete económico para el 2019 habrá posiblemente un presidente electo (dependerá del desempeño poselectoral, claro) y dependiendo del resultado de la elección del 1 de julio del próximo año será el nivel de atención que se ponga al paquete económico.

La continuidad es una condición muy devaluada en estos tiempos, pero en materia de las cuentas del país, una variación repentina en el rumbo económico puede condicionar que crezcamos o caigamos en una crisis.

La elaboración del paquete económico del 2019 será responsabilidad del gobierno saliente, con el concurso del gobierno entrante y la aprobación de un Congreso del que no tenemos ni idea de su conformación.

Ya tuvimos en su momento una severa crisis presupuestal cuando los priistas le regatearon la aprobación del paquete económico al presidente Fox a principios del siglo. Y bajo ciertas combinaciones podría repetirse el escenario de rompimiento entre el Ejecutivo y el Legislativo.

Podría el gobierno entrante presentar un proyecto de ingreso-gasto que altere la salud fiscal que ahora se recupera, y eso sería rechazado por una mayoría opositora. Eso podría generar un pleito entre poderes que derive en una parálisis del paquete económico.

O bien, un triunfo holgado de los que pretenden retomar la irresponsabilidad fiscal de los años 70 podría lograr el paso por el Congreso de un paquete que sea similar a una bomba nuclear fiscal.

Si el gobierno que resulte ganador de las elecciones de julio del próximo año es más responsable y tiene el aval de una mayoría legislativa, estaríamos viendo dentro de un año números más apegados a la tranquilidad presupuestal de los últimos 15 años.