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La expansión económica en Estados Unidos celebró este año su décimo aniversario y, aunque la actividad muestra claras señales de desaceleración en algunos sectores —como el de las manufacturas—, la fortaleza del empleo y el consumo soportan la idea de que el ciclo actual de expansión todavía tiene algo de cuerda.

La expansión se ha dado en medio de un ciclo de política monetaria caracterizado por tasas de interés extraordinariamente bajas e inyecciones de liquidez sin precedente por parte de la Fed.

A juzgar por las cifras, este experimento inédito de expansión monetaria de proporciones históricas contribuyó exitosamente a evitar una reedición de la Gran Depresión y a detonar una mejoría marcada en el mercado laboral. La tasa de desempleo bajó de un máximo de 10.0% en octubre del 2009 a 3.5% al cierre de septiembre de este año, lo cual representa el nivel más bajo desde diciembre de 1969.

En contra de muchos pronósticos, este periodo de expansión se ha caracterizado por la ausencia de presiones inflacionarias. Es más, después de una década de expansión, los bancos centrales se han visto obligados a actuar nuevamente para darle apoyo a la expansión y para evitar que los niveles de inflación se sigan ubicando por debajo de los objetivos establecidos.

El hecho de que la Gran Recesión del 2008-09 no haya generado un proceso deflacionario y que las presiones inflacionarias hayan brillado por su ausencia aún en los periodos de mayor expansión en el 2017-18 abre la puerta a un interesante debate.

Durante décadas, la curva de Phillips ha sido utilizada por los economistas como un modelo de batalla para analizar y proyectar tendencias inflacionarias. En términos simples, la curva de Phillips plantea que la inflación actual depende del nivel de holgura en el mercado laboral, las expectativas de inflación futuras y la presencia de choques por el lado de la oferta que afectan los precios de algunos bienes y servicios clave —como los alimentos, energéticos y otras materias primas— y el tipo de cambio.

La curva de Phillips nos dice que existe una relación inversa entre el nivel de holgura en el mercado laboral y la inflación, ya que un mercado laboral sin holgura genera incrementos salariales que a su vez generan una mayor demanda de bienes y servicios, y por ende, inflación.

Aunque la relación entre el empleo y la inflación que plantea la curva de Phillips es estadísticamente relevante en el corto plazo, no necesariamente se mantiene en el mediano y largo plazos, este modelo sigue siendo una herramienta comúnmente utilizada que ha generado resultados relevantes en el pasado.

Sin embargo, los datos económicos de la última década sugieren que la curva de Phillips se ha vuelto irrelevante o que por lo menos la relación entre el empleo y la inflación se ha atenuado considerablemente.

El mercado laboral se encuentra prácticamente en pleno empleo desde hace varios trimestres y la inflación sigue por debajo de los objetivos de la Fed. Esta situación se puede estar dando por factores exógenos como el cambio tecnológico, el comercio electrónico y el libre comercio, que han limitado el crecimiento de los salarios reales.

Aunque los salarios reales han comenzado a subir consistentemente en EU, también es posible que las cifras de desempleo general hayan dejado de ser un buen indicador de la salud real del mercado laboral, ya que la tasa de participación ha disminuido y la proporción de personas en el mercado laboral que necesita mantener más de un empleo para hacer frente a sus gastos es mucho mayor que en décadas anteriores.

El otro factor clave es la contención de las expectativas de inflación que se han mantenido estables en niveles muy cercanos a 2%, a pesar de cambios importantes en la situación económica. Si bien la curva de Phillips se ha aplanado, sepultarla como modelo de análisis parecería prematuro.

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