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En realidad, incrementar 400% los salarios en México de la noche a la mañana acabaría con la economía de este país.

El hecho de que Donald Trump tenga tan poca idea de temas como la relevancia del comercio para su país en esa relación que tiene con México y Canadá no significa que haya perdido sus habilidades como negociador.

¿Se imagina usted a los mexicanos echando vivas y porras al presidente de Estados Unidos? Bueno, pues él sí quiere alinear a la mayor parte de ciudadanos de este país a su causa.

¿Cómo negarle un aplauso a un personaje que pone sobre la mesa negociadora del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) una exigencia para que los mexicanos ganen como gringos?

Nada más de imaginar el nivel de vida que tienen en promedio los trabajadores de allá al menos arranca una sonrisa a los trabajadores de acá. Sólo que tratándose de Trump hay que ver dónde está la trampa de su sentida defensa de la clase trabajadora mexicana.

El presidente estadounidense ha hecho del déficit comercial una obsesión que no le interesa analizar en sus componentes, en la integración de cadenas y en los miles de millones de dólares que se transfieren desde México hacia Estados Unidos como ganancias de capital.

Su planteamiento negociador es que si los trabajadores mexicanos ganan como los de su país, simplemente las firmas estadounidenses dejarán de llegar a México en busca de una ventaja salarial.

Seguro que dibujó en una servilleta su estrategia y le pareció genial. En la realidad, incrementar 400% los salarios en México de la noche a la mañana acabaría con la economía de este país y de paso con la de su propia nación. ¿Lo entiende? Quién sabe, pero sí lo usa.

México incumplió con el compromiso que hizo con Estados Unidos en la negociación original de procurar una mejora salarial para sus trabajadores.

Al contrario, al año siguiente de la entrada en vigor del acuerdo en 1994 la población se pauperizó con aquella terrible crisis conocida como el error de diciembre.

Alguien le habrá dicho a Trump que es una condición inaceptable para México porque la burbuja inflacionaria que provocaría un aumento de esa magnitud acabaría por diluir el aumento. Podrá Trump contestar que eso a él no le importa, pero tendrían que decirle que la devaluación sería tal, que otra vez las exportaciones mexicanas se abaratarían de forma muy importante.

No deben ser pocos los que puedan decirle al presidente que si sólo se elevan los salarios en México, sin una mejora competitiva, lo único que logrará es que las empresas de su país hagan lo que hizo Ford. Se sintió presionada para salir de México, en Estados Unidos los costos no daban para mantener el negocio y acabaron en China.

Estados Unidos debe insistir en lo que condicionó con los acuerdos paralelos de Bill Clinton que permitieron la existencia del TLCAN. México debe mejorar sus salarios, a la par de integrar mejor las cadenas productivas, si quieren poner más restricciones a las reglas de origen y propiciar un mayor consumo de sus productos terminados a través de la liberación del comercio electrónico.

Eso es si Trump realmente quiere mejorar el acuerdo trilateral. Si lo que busca es un pretexto para salirse del acuerdo y no quedar mal parado, va por el camino correcto. Así podrá decir que México se negó a apoyar a sus trabajadores a pesar de su insistencia.