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La paradoja estadounidense es que, a diferencia del resto del mundo, cuando generan caos interno no devalúan su moneda, no provocan una desbandada de capitales

Al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no le gustan ni las tasas de interés altas ni tanta fortaleza del dólar frente a otras monedas porque entiende que esos son lastres para que la economía crezca.

Sin embargo, no colabora mucho para que se puedan cumplir estas expectativas.

La Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) ya se encargó de cumplir con el guion escrito por los mercados y elevó en un cuarto de punto su tasa de interés de referencia. Lo que era un enigma era la visión en delante del futuro de la política monetaria.

Ya está claro que futuros aumentos en el costo del dólar están vigentes, a pesar de las señales de un crecimiento económico dispar y sin grandes presiones inflacionarias.

Sobre todo, lo que más preocupa a los participantes del mercado es cómo será la dieta para adelgazar la obesidad de bonos que presenta la Fed. Hay que recordar que la autoridad monetaria se dejó engordar con deuda para soltar muchos dólares a una economía alicaída.

Una contracción en el portafolio de bonos de la Fed implica necesariamente un retiro de circulante, lo que evidentemente tiene un carácter restrictivo.

Por eso es que la cruda de la decisión de la Fed ha sido más intensa en materia cambiaria que la expectativa que estaba resuelta con la certeza del aumento que venía.

Ahora, por lo que hace al gusto de Trump por un dólar más débil, está claro que entiende que la fortaleza del billete verde ha afectado el comercio estadounidense. No sólo por la reducción de sus exportaciones, por caras, sino porque en su poderoso mercado interno las importaciones toman fuerza con precios más bajos que la producción local.

Evidentemente que en público le echará la culpa al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, a Alemania y sus autos superiores o quizá con discreción a los chinos. Pero quizá más en privado también quisiera provocar una devaluación de su moneda.

Lo malo es que poco ayuda a no generar una revaluación del dólar.

La paradoja estadounidense es que, a diferencia del resto del mundo, cuando generan caos interno no devalúan su moneda, no provocan una desbandada de capitales. Al contrario, los espantados inversionistas corren hacia el dólar porque ese es el mejor refugio conocido hasta hoy.

Si Donald Trump insiste en caminar con los ojos vendados al precipicio y ahora se conforma un posible caso de obstrucción a la justicia, lo que implicaría un procedimiento de impeachment, no puede pedir mucha estabilidad.

Es verdad que entre la posibilidad y el hecho de una destitución de Trump hay un muy largo camino que recorrer, no es realmente tan probable. El punto es que con toda la atención puesta en esta situación de inestabilidad política, hay menores opciones de que se desahogue la agenda prometida por el republicano.

Las bolsas de valores se inflaron como sapos a la espera de los grandes cambios fiscales y de infraestructura entre otros y simplemente no llegan. Hay la posibilidad entonces de que esa burbuja se desinfle, eso marca también una señal de salida hacia los refugios.