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La semana pasada, se llevó a cabo el Symposium Anual de política monetaria organizado por la Reserva Federal (Fed) en Jackson Hole, Wyoming. Este evento, que cuenta con la participación de las cabezas de los principales bancos centrales, ministros de finanzas, académicos y analistas de todo el mundo, ha adquirido cada vez más relevancia ante el importantísimo papel que han jugado los bancos centrales con sus medidas no-convencionales de política económica desde el comienzo de la crisis.

Las reuniones se llevaron a cabo en un contexto donde el comportamiento de la economía global parece, por fin, dar suficiente espacio a la Fed y a otros bancos centrales para acelerar la normalización de su política monetaria.

En el caso de la Fed, esto significa mantener la ruta crítica de elevar la tasa de interés objetivo dos veces más en este 2018 y hasta en tres ocasiones adicionales en el 2019.

De materializarse esta expectativa, la tasa de interés objetivo alcanzaría un rango de 3.0 a 3.25 por ciento hacia a finales del 2019, su nivel más alto desde el 2005, pero aún lejos de 5.25 por ciento, observado en los meses previos al comienzo de la crisis financiera en el 2007. Sin embargo, este escenario de hasta cinco incrementos entre ahora y el cierre del 2019 supone que la economía global y, en especial la de Estados Unidos, mantienen un buen ritmo de crecimiento y que la expansión no es descarrilada por la amenaza de una guerra comercial a nivel internacional.

Durante el symposium, las cabezas de los principales bancos centrales mostraron una creciente preocupación por el potencial impacto disruptivo de la política comercial proteccionista implementada por Estados Unidos y la escalada en las medidas compensatorias de sus principales socios comerciales.

Agustín Carstens, presidente del Bank of International Settlements, fue contundente al comentar que era una paradoja que justo cuando la economía americana está en su mejor momento en más de una década, su gobierno se ha empeñado en iniciar una guerra comercial que podría contribuir a frenar la expansión.

Como hemos mencionado en este espacio, una de las consecuencias naturales de la política proteccionista de Estados Unidos ha sido el fortalecimiento del dólar, que paradójicamente hace más difícil alcanzar la meta de la administración Trump de reducir el déficit comercial.

La apreciación del dólar en combinación con barreras comerciales es especialmente dañina para los mercados emergentes, específicamente los que cuentan con endeudamiento denominado en dólares con un perfil de vencimientos de corto plazo y déficits gemelos —es decir, desequilibrios en finanzas públicas y cuenta corriente.

Además de potencialmente exacerbar la disrupción para los mercados emergentes, la ruta crítica de la Fed de seguir incrementando las tasas de interés contribuirá a aumentar el déficit fiscal (al incrementar el costo de la deuda pública) y el déficit comercial (al contribuir a la apreciación del dólar y hacer las importaciones más baratas y las exportaciones menos competitivas).

Asimismo, varios expertos han comenzado a descontar una desaceleración tangible en la economía en los próximos trimestres. Algunas voces dentro de la Fed, como James Bullard (presidente de la Fed de San Luis, que no tiene voto), están conscientes de este dilema y han argumentado que tal vez la Fed debería posponer los dos incrementos planeados en la tasa objetivo para lo que resta del año y esperar hasta el 2019 para reevaluar la situación.

Sin embargo, en su intervención, el presidente de la Fed, Jerome Powell, enfatizó la postura gradual de la Fed y defendió la ruta crítica de incrementos de la tasa de interés objetivo, dado que la economía crece a buen ritmo y la inflación se encuentra ya dentro de su rango objetivo.