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Comprar billetes verdes en este momento, sólo por necesidad.

Decían en el México de los 80 que político que devalúa, se devalúa. Un pensamiento propio del egocentrismo priísta de aquellos años.

Hoy tenemos claro que los políticos no se tienen que tomar la molestia de depreciar sus monedas, de eso se encarga el mercado y lo hace sin piedad. Ya le toca a los que llevan las políticas locales decidir si aceptan la realidad o se oponen con inútiles mecanismos de contención.

Venezuela o Argentina, por ejemplo, no aceptan la debilidad de sus monedas y fijan paridades arbitrarias que sólo sirven para alimentar un enorme mercado negro que crea un negocio paralelo de cambio de divisas.

Brasil estimula o desinfla su moneda con infinidad de instrumentos que al final le cuestan bienestar fiscal a esa economía.

Y México goza de haber aprendido de las heridas de las guerras financieras pasadas y hoy tiene un sistema de flotación, que si bien no es del todo libre, sí le da un buen margen para absorber correctamente los impactos externos.

Tras la crisis de 1995, el Banco de México y la Secretaría de Hacienda establecieron un sistema en donde se dejó de defender al peso como un perro y se le dio el valor de un precio más, que lo mismo tiene beneficios cuando está apreciado que cuando está en franca debilidad. Todo el chiste es cuidar los extremos.

El peso mexicano en niveles cercanos a los 14 pesos por dólar no es algo que alimente el ego nacional y tampoco se puede evitar el sesgo de ver la depreciación desde la óptica del turista ocasional que hace cuentas de lo mermado que se verá el siguiente shopping. Pero en una visión más amplia, la flotación sucia de la moneda mexicana es uno de los mejores componentes del blindaje financiero nacional.

Para las finanzas públicas, por ejemplo, son un paliativo a la baja en los precios del petróleo. Son menos dólares por barril pero más pesos por dólar. Para los exportadores es la oportunidad de tener una ventaja cambiaria sobre los productos locales estadounidenses.

Porque lo que vemos que hoy le pasa a la moneda mexicana no es nada personal. No hay una conjura mundial contra el peso como si se tratara de los peores días del “Efecto Tequila”. Es simplemente presenciar cómo el dólar de Estados Unidos ya no tiene el apoyo monetario de la compra mensual de bonos y es una economía en franca expansión que está próxima a sufrir un incremento en las tasas de interés.

Para la inflación podría resultar inocuo el incremento actual si el peso regresa y se estabiliza en un nivel de depreciación similar a las diferencias inflacionarias entre México y Estados Unidos. Además de que la baja demanda de los consumidores no es un buen consejero para subir los precios de los bienes y servicios que pudiera tener el dólar como uno de sus componentes.

Comprar un dólar en este momento a 14 pesos debería ser sólo por extrema necesidad. Si lo quiere para guardarlo y especular, difícilmente le podrá ganar algo a esa operación.