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En menos de cinco meses, la cotización del euro frente al dólar ha caído de un máximo para los últimos 12 meses, de 1.39 dólares, a niveles cercanos, a 1.26 dólares, su nivel más bajo en casi dos años. La depreciación del euro se aceleró drásticamente desde la segunda mitad de agosto, cuando su cotización frente al dólar se situaba en 1.34. A pesar de que el euro podría encontrar un piso temporal en niveles cercanos a 1.25, hay quienes vaticinan que su paridad contra el dólar podría seguir deteriorándose hasta llegar a cotizar entre 1.10-1.15 en los próximos meses.

A diferencia del 2012, cuando la depreciación del euro se debía a los problemas fiscales de algunos países en la periferia europea y el riesgo de una desintegración de la eurozona, en esta ocasión la depreciación del euro frente al dólar está directamente relacionada con la divergencia en políticas monetarias entre la Fed y el Banco Central Europeo (BCE).

Mientras que la Fed está cada vez más cerca de cerrar la llave que ha contribuido en buena medida a llenar de liquidez la alberca global de los mercados, el BCE está comenzando un ciclo de política monetaria expansiva sin precedentes para Europa.

Una de las principales razones por las cuales el euro logró recuperarse de niveles mínimos de 1.19 frente al dólar en el 2010 fue el diferencial de tasas de interés entre la eurozona y Estados Unidos. Vale la pena recordar que mientras la Fed ha mantenido su tasa de referencia prácticamente en cero desde el comienzo de la crisis, el BCE fue más cauteloso, bajando su tasa de 4.25 por ciento antes de la crisis a 2.5 por ciento a finales del 2008 y después hasta un mínimo de 1.0 por ciento durante el 2009.

Sin embargo, el BCE tomó la decisión de comenzar un fallido y corto ciclo de alzas en el 2011 que llevó la tasa de referencia a 1.5 por ciento temporalmente. Aunque el BCE enmendó el camino ante una segunda recesión europea en el 2012 y bajó su tasa de referencia a 0.75 por ciento, no fue realmente hasta finales del 2013 que la tasa de referencia bajó a 0.25 por ciento y más recientemente a 0.05 por ciento.

Asimismo, la Fed se embarcó en tres programas de inyecciones masivas de liquidez —conocidos como QE1, QE2 y QE3, por su sigla en inglés—, mientras que el BCE únicamente había realizado algunas acciones para permitir a los países de la periferia refinanciar sus vencimientos.

Recientemente, el BCE por fin ha decidido implementar un plan de inyecciones de liquidez —aunque de mucho menor magnitud que el de la Fed— para dar liquidez al sector financiero y mantener las tasas de interés de largo plazo en mínimos históricos. La decisión del BCE de jugar un papel mucho más activo para estimular la economía europea se da en un escenario recesivo para la eurozona y con la inflación en mínimos históricos.

Mientras esto sucede en Europa, la Fed está por concluir su programa de inyecciones de liquidez este mismo año y podría comenzar a subir las tasas de interés tan pronto como en el primer trimestre del 2015. El diferencial de tasas que apoyó al euro durante los últimos años no sólo ha desaparecido, sino que podría revertirse muy pronto. Mientras que las tasas de corto plazo en Europa se podrían mantener cercanas a cero durante casi todo el 2015, la tasa de interés de corto plazo en Estados Unidos podría ubicarse entre 1.0 y 1.25 por ciento. Dado que el programa de inyecciones de liquidez para otorgar financiamiento al sector bancario europeo difícilmente logrará una expansión significativa del crédito, un euro débil se vuelve fundamental para que la expansión monetaria del BCE tenga un impacto real en la economía a través del mecanismo de transmisión de una mayor competitividad de sus exportaciones.