López Obrador busca hoy rebasar los tiempos de su mandato con medidas muy cuestionables por bordear los límites de lo legal
Si hay un indicador financiero que el propio presidente Andrés Manuel López Obrador considera como un barómetro de los mercados sobre su desempeño ese es la relación del preso frente al dólar.
Podría ser más precisa la visión presidencial si se fijara en los niveles de la inversión fija bruta a lo largo de su sexenio, los niveles de confianza empresarial, o bien los reducidos montos de nuevas inversiones extranjeras directas que reporta su propia Secretaría de Economía. Pero no, sigue la paridad cambiaria.
El problema es que el peso mexicano, con su enorme liquidez, no sólo refleja las condiciones internas, sino que proyecta una realidad global del mercado.
Hasta ahora, por ejemplo, estaba más al pendiente de la Reserva Federal y de las negociaciones del techo de la deuda en Estados Unidos.
Una divisa que permite una entrada y salida fácil, en un país que conserva el grado de inversión y que además ofrece un rendimiento tan alto como las tasas de interés en México puede obviar algunas noticias locales que en otros tiempos habrían causado una devaluación.
El comercio exterior es muy fuerte y con una balanza sana, hay entrada de dólares por diferentes fuentes y los desequilibrios fiscales permiten hacerse de la vista gorda por un tiempo más.
Pero hay límites y hoy se empiezan a rebasar. Un decreto que busca anular de facto una decisión de la Suprema Corte y una “ocupación temporal” de activos de una empresa ferroviaria que legalmente tiene una concesión, son dos acciones que en menos de una semana constituyen algo que los sajones describen muy bien con la frase de game changer.
López Obrador busca hoy rebasar los tiempos de su mandato con medidas muy cuestionables por bordear los límites de lo legal.
Hay que decirlo, los mercados esperaban que cualquiera que fuera el resultado de la siguiente elección presidencial, la nueva administración no fuera contraria al fomento a las inversiones, a la estabilidad y hasta al sentido común.
Ya contra el tiempo, López Obrador empieza a tomar decisiones que exigirá que se mantengan en los años por venir. Ya sea por, presencia propia, por la obediencia de su sucesor o por lo difícil que piensa que será oponerse a las fuerzas armadas.
Pisar fuera de la raya de la legalidad, cada vez con más frecuencia, con intenciones de legar un lopezobradorismo intacto, va en contra de los que esperaban cierta sensatez a partir del 2024.
El tipo de cambio, con una depreciación de casi 3% en estas últimas jornadas y el claro derrumbe de los indicadores de la Bolsa Mexicana de Valores, por las afectaciones a Grupo México por casi 35,000 millones de pesos, dejan ver cómo los inversionistas abren los ojos con terror ante el futuro inmediato de la economía mexicana.
Dicen en el coro presidencial que no es para tanto, que las vías tomadas por la Marina representan apenas 1% de los activos de Grupo México. Lo que quizá no vean es que pinchar el globo de la poca confianza que mantiene este régimen requiere una perforación muy pequeña.