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Ese bully de Donald Trump eligió al compañerito flaquito y aparentemente desvalido del sur para descargar toda su ira y traerlo a zapes como para demostrar al resto de los países que él manda y es muy malo.

Obviamente no se ha atrevido a ponerse de frente de aquel otro compañero mundial que es enorme y fuerte como China, por más que ahí sí han perdido de todas, todas, en materia comercial. Se queja del déficit comercial con México de 60 mil millones de dólares, pero finge demencia con los 380 mil millones de dólares que tiene como saldo negativo cada año con China.

Se le nota bravucón, se ve torpe, pero es ciertamente peligroso. Efectivamente, tiene en sus manos la posibilidad ejecutiva de dictar medidas que acaben por afectar a nuestro país; sin embargo, por más que las determinaciones son en materia comercial, hay mecanismos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y de la Organización Mundial de Comercio que podrían frenarlo.

No obstante, el tiempo que tarda en aplicarse la medicina puede dejar efectos económicos y, sin duda, financieros, tras el anuncio de algo así como un arancel.

En esa torpeza que ha caracterizado al gobierno de Trump, su vocero, Sean Spicer, dejó ver la posibilidad de cobrar a México un impuesto de importación de 20 por ciento para que con esos recursos, que calculó en 10 mil millones de dólares al año, se financie la construcción del muro fronterizo.

Una aberración de este tamaño abre muchos frentes de combate, pero hay uno básico que no parecen entender en la Casa Blanca: si cobran un gravamen a un producto que se introdujo para su venta en Estados Unidos, ese impuesto lo estarían pagando sus propios ciudadanos.

Y, como de lo que es trata es de mandar mensajes retóricos para una acción absurda, al final quedará la certeza de que fueron los propios ciudadanos estadounidenses los que pagaron por la absurda pared de Trump.

Es aquí donde se enciende un foco rojo que todavía no explora el gobierno del magnate; pero debemos tener la certeza de que no tardará mucho tiempo antes de afectarlo.

Sin duda las remesas, ese dinero que envían millones de mexicanos desde Estados Unidos a nuestro país, son una mina de oro para obtener recursos y un diamante político, porque implicaría quitar dinero de bolsas mexicanas para la construcción de infraestructura estadounidense.

Hay una disposición vigente desde las medidas extraordinarias asumidas por Estados Unidos tras los ataques terroristas del 2001 que pueden limitar el envío de remesas. Una orden ejecutiva indica que aquellas personas que envíen dinero al exterior deben demostrar su estancia legal en ese país.

Puede crearse un gravamen que tengan que pagar las empresas financieras por cada transferencia, en fin.

Son sin duda los migrantes el eslabón más débil de la estrategia antimexicana de Donald Trump por la simple razón de que los tiene a la mano y pueden ser los receptores de todo ese odio que supura el presidente de los Estados Unidos de América del Norte.