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¿En qué punto de la crisis estamos? No podemos afirmar que lo peor ya pasó ni tampoco decir qué tan firme es la recuperación. En el segundo trimestre, el PIB cayó 18% y en el tercero crecerá un poco. Los pronósticos para todo el 2020 auguran una caída de entre 9 y 11 por ciento. Para el 2021, un crecimiento de 1 a 3.5%, aunque todo depende de lo que pase con el covid. Un escenario optimista se abriría con la aparición de una vacuna que funcione. Una pesadilla nos espera en caso de que esto siga fuera de control.

¿Creceremos 1 o 3%… decreceremos? Los números nos dan la ilusión de exactitud, pero hay que mirarlos con cuidado: el PIB es un promedio. El sector agroalimentario ha crecido un poco en este horrible año, pero el turismo ha caído más de 50 por ciento. Los números son imprecisos porque no todo puede medirse. Quisiéramos que la historia sirviera para corregir esta imprecisión. De poco nos sirven las referencias pasadas cuando enfrentamos una situación que no tiene precedentes. Esta crisis empezó con una pandemia y sus efectos seguirán entre nosotros mucho tiempo después de que hayamos controlado al bicho, con tratamientos o con vacunas. Es la catástrofe médica, sumada a la aceleración del cambio tecnológico. Amazon arrasará con el comercio al menudeo; Zoom y similares obligarán a reinventar los viajes de negocios y el teletrabajo reducirá dramáticamente la necesidad de espacios de oficinas.

“Habrá un incremento de las bancarrotas”, advierte Agustín Carstens, exgobernador del Banco de México: “la acción gubernamental no podrá prevenirlas; muchos sectores que sufren ahora, no se van a recuperar, muchas tiendas sencillamente no van a sobrevivir”. Lo dicho por Carstens, en su calidad de director del Banco Internacional de Pagos, está lejos de ser el diagnóstico más pesimista. Está en sintonía con las opiniones de premios Nobel de Economía, académicos de las principales universidades del mundo, informes de think tanks y departamentos económicos de los organismos multinacionales y de los principales bancos centrales del mundo.

Lo dicho por Carstens no aplica para México, dice el presidente López Obrador. “No creo que se haya referido a nosotros porque no soltamos dinero a empresas, ni estímulos fiscales ni nada de eso”. El mandatario dijo que su gobierno se dedicó a enfrentar la crisis con apoyos directos a la población más necesitada y se tuvieron “mejores resultados con menos costo”.

¿Qué parte de la crisis no está comprendiendo AMLO? Las declaraciones del presidente asumen que la crisis ya terminó y que México está saliendo mejor librado que otros países. Reitera, además, su convencimiento de que la fórmula aplicada por México en la política económica es tan buena que no debe modificarse. Deja claro que no está dispuesto a hacer cambios significativos porque está seguro de que vamos en el rumbo correcto. No parece interesado en entender la diferencia entre rebote y recuperación. Pone los reflectores en el tipo de cambio como si éste fuera una demostración irrefutable de la salud de la economía.

Al presidente no le gustó el informe del FMI. Haría bien en leer el de la Organización Internacional del Trabajo, una agencia de la ONU a quien nadie puede acusar de neoliberal. La OIT dice que está en riesgo 44% del empleo total en México y que la tasa de desempleo podría llegar a 11.7%, esto es afectar a 6 millones de personas. El organismo expresa su preocupación por la vulnerabilidad laboral de las mujeres y vaticina un panorama donde habrá mayor informalidad y menores salarios.

¿En qué punto de la crisis estamos? Pocos para describir este momento como Ricardo Hausmann, venezolano brillante y profesor de Harvard. Casi todos los países van cayendo, dice Hausmann, pero no sabemos de qué está hecho cada uno hasta que toque el piso. Unos rebotarán, como una pelota, y demostrarán su resiliencia. Otros se quebrarán al contacto con el suelo, porque son frágiles como el cristal. ¿Qué pasará con México?