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Recién se publicó el reporte de Finanzas Públicas y Deuda Pública de la Secretaría de Hacienda y las cuentas son envidiables en estos momentos de profunda crisis para todos los demás. Pero mejor hablemos de esta historia cotidiana:

Hoy llegó el estado de cuenta de papá y estaba muy contento porque, a pesar de la crisis económica por el confinamiento por la pandemia del Covid-19, los recursos con los que él cuenta han mejorado muchísimo.

Claro que en casa nos da gusto que a papá le vaya bien. Ya en otras épocas habíamos sufrido cuando se le complicaban los pagos, era la familia la que acababa por pagar los platos rotos.

En otros años, el pésimo manejo de sus finanzas lo habían llevado a enfrentar deudas enormes que nos ponían en crisis en el hogar, porque sus acreedores no se tocaban el corazón para cobrar.

Pero últimamente papá se ha vuelto muy cauteloso con sus finanzas. La verdad en casa creemos que se ha vuelto obsesivo con dar una buena impresión.

Pero papá ha cambiado y nosotros también. Dentro de casa vivimos enojados, divididos.

Hemos visto que papá cree que todo el mundo lo roba, que todos son corruptos. Estábamos construyendo un cuarto muy bonito, amplio, con ventanas por las que entraba el sol y en un lugar muy funcional, no sé por qué algunos hermanos le llamaban “el aeropuerto de Texcoco”.

Pero papá creía que el arquitecto le robaba y contrató a un guardia de seguridad que tenía algunos conocimientos de albañilería para que le hiciera un cuartucho, oscuro, lejano de la casa, sin ventanas. Papá, lejos de pedirle cuentas al arquitecto, optó por ese cuchitril donde quiere colgar la imagen de uno de sus héroes, el general revolucionario Felipe Ángeles.

Qué caro nos costó ese capricho en la casa. Ese y otros más, como talar los pocos árboles del jardín para que jugara al trenecito y ni hablar del peligroso tanque de combustible que instaló para que, según él, nunca nos quedemos sin gasolinas. El problema es que con esos gastos dejó de invertir en cosas importantes de la casa.

Nos faltaban medicinas, los niños se quedaron sin guarderías, no había los insumos de limpieza básicos, en fin. La casa empezó a deteriorarse y siempre en medio de más pleitos que papá fomentaba todos los días en sus largos discursos que nos recetaba en el desayuno.

Y luego llegó la pandemia de Covid-19. En casa muchos perdieron su trabajo, otros les bajaron el sueldo, algunos enfermaron y todos nos la vimos muy complicada en el encierro, enfermos y sin dinero. Y papá no nos ayudó.

No les dio ni un peso a los desempleados y les seguía pidiendo su contribución para la casa. Los que tenían tiendita la cerraron, sobre todo las mujeres. Hubo episodios de violencia contra las mujeres dentro de casa y papá los minimizaba. Y lo peor: siempre negó la pandemia, ni siquiera usa el cubrebocas y se negó a atender a todos los enfermos, muchos murieron.

Tiene papá un médico de confianza que es un ser desalmado que insulta a la gente, se atrevió a hablar mal de los niños con cáncer y en esas manos estamos en esta pandemia. Pero las finanzas de papá están muy bien y él está muy contento.