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Es comprensible la necesidad de las autoridades mexicanas de proyectar una mejor imagen del país, sobre todo ahora que el desánimo interno es uno de los lastres para crecer. Pero hay que elegir bien los mensajes para no generar falsas expectativas o simplemente para no quedar en ridículo.

Siempre es una tentación compararnos con Brasil porque estamos en el mismo continente, somos dos países emergentes y hay una rivalidad en diferentes terrenos, desde el económico hasta el futbolístico.

Ahora que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha dado a conocer sus más recientes expectativas del comportamiento económico mundial queda claro que Brasil pagará todos sus excesos.

Esa visión de rivalidad ha hecho que cariocas y mexicanos se alejen. México está indizado a Estados Unidos y Brasil es la cabeza del ratón socialista sudamericano.

Con los datos del FMI en la mano fue imposible caer en la tentación local de la comparación. De entrada, los datos revelados proyectan uno de los pronósticos del comportamiento del Producto Interno Bruto mexicano más bajos de entre las estimaciones más respetables.

Un 2.3% para un país que prometió tasas de crecimiento de 4% es un fracaso. Pero es uno entendido en el contexto mundial de decepciones económicas y también, hay que decirlo, por decisiones internas.

Es ahí donde acomoda muy bien para los fines políticos locales el conocer que el FMI estima que la economía de nuestro némesis brasileño habrá de tener una contracción de 3 por ciento.

No hay duda de que Brasil diseñó su propia circunstancia. El mal manejo financiero que han tenido más los escándalos políticos ha provocado la combinación letal de recesión más inflación.

Si los precios se mantienen presionados, las autoridades monetarias no tienen más remedio que mantener caro el costo del dinero para evitar que la inflación actual de 10% entre en un incremento imparable.

La falta de confianza afecta la economía de un país que tiene una alta dependencia a dos tristes realidades del mundo actual: materias primas con precios deprimidos y su principal socio, China, en franca disminución de sus habituales cifras espectaculares de crecimiento.

Con esto como contexto, no se desaprovecha la tentación para decir que somos el país tuerto, rey de los ciegos latinoamericanos.

México va a crecer este año y Brasil no. Hasta ahí la comparación favorable aprovechando la desgracia ajena. Pero vender como lo hacen algunos voceros a ocho columnas que este país será el motor de América Latina sí es un exceso.

Y hay una razón muy simple para descartar esta noticia simplona: México no está vinculado al resto de los países de América Latina como sí de hecho lo está Brasil.

Para que un motor jale una carrocería necesita estar incorporado al automóvil y México viaja de cabús de la enorme locomotora estadounidense.

Podemos seguir sacando leña del árbol brasileño caído. Sería mejor en todo caso usar a Venezuela para la indeseable comparación para ver qué es lo que pasa cuando un iluminado populista llega al poder: inflación de 100% y caída económica de 10% tan sólo para este año.

Fue Brasil en buena medida quien frenó la integración mexicana al sur del continente, así son los celos entre iguales. Y México tampoco ha hecho gran cosa por tener un mejor entendimiento con el resto del continente. Estados Unidos es tan absorbente, tan cercano y con una enorme zona de confort.