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Amanecemos con el recuerdo no de uno, sino de dos terremotos devastadores que en un día como hoy sacudieron el centro del país y costaron muchas vidas y muchos daños en la Ciudad de México.

Al mismo tiempo, el Servicio Meteorológico Nacional nos reporta que a estas horas hay afectaciones en territorio nacional de los fenómenos hidrológicos Lorena y Mario. Y nos pide no perder de vista el huracán Humberto ni la onda tropical 40. Todo esto al mismo tiempo.

Y de paso, el sistema de monitoreo del volcán Popocatépetl del Centro Nacional de Prevención de Desastres nos reporta todos los días centenares de exhalaciones, decenas de explosiones y un sinnúmero de movimientos volcanotectónicos, en el escenario de un semáforo de riesgo volcánico en nivel amarillo fase dos.

En fin, nuestro país enfrenta una gran cantidad de riesgos naturales que han demostrado que se pueden convertir en auténticas desgracias. Y aunque un huracán nos da días de preparación, el volcán quizá algunas horas y un sismo unos cuantos segundos, lo cierto es que nada podemos hacer para evitar las consecuencias catastróficas.

Por lo tanto, es indispensable que el gobierno federal y los estados cuenten con los recursos suficientes para la prevención y para poder paliar las consecuencias de esos hechos naturales imponderables.

El problema es que con la certeza de que tiembla, con huracanes amenazando hoy mismo las costas y con un volcán activo, la austeridad de la 4T resolvió recetar una baja en el presupuesto del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) de 85% para este año.

Son sólo 3,644 millones de pesos que se tienen hoy disponibles en el Fonden, contra 26,644 que tenía en el 2018, que serían totalmente insuficientes para cubrir los daños de un solo fenómeno natural. Esto es algo irresponsable.

Ya hay antecedentes de las consecuencias de la mal entendida austeridad presupuestal de esta administración, lo mismo en la proveeduría de medicamentos antirretrovirales que para tratamientos de cáncer infantil o hasta para fumigar a tiempo para prevenir el dengue. Donde las consecuencias implican afectaciones humanas, no se puede hablar de ahorros, sino de negligencia.

No pueden ahora confundir la prevalencia de los llamados bonos catastróficos con el escaso presupuesto que se dejó al fondo dedicado a atender las necesidades tras un desastre natural.

Los bonos catastróficos son seguros que se activan bajo condiciones específicas: un sismo de más de 8 grados en ciertas áreas o un huracán categoría 5. Cualquier otra desgracia derivada de un fenómeno natural que no caiga en estos supuestos no es cubierta.

Estos bonos tienen que ser renovados a finales de este año y principios del 2020, ojalá no escatimen en ello. Pero, al mismo tiempo, la 4T debe dejar en paz los fondos emergentes, tanto el de desgracias naturales, como el de estabilización petrolera, y ni hablar de las reservas internacionales del Banco de México.

Nos va a pegar un huracán, vamos a tener inundaciones y sequías, va a temblar, de esto no hay duda. No sabemos si hoy, este año o en este sexenio, pero hay que estar preparados para ello.