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El caso del plagio de la tesis de licenciatura de la ministra de la SCJN, Jasmín Esquivel, se ha convertido en un problema sin control que está muy lejos de llegar a una solución por el cinismo y la tibieza con la que han actuado las partes, aderezado con el mal manejo comunicativo.

Desde que en diciembre pasado el escritor Guillermo Sheridan publicó en Latinus una nota en la que denunciaba que la ministra Esquivel presentó, en la Facultad de Estudios de Aragón de la UNAM, una tesis idéntica a otra, presentada un año antes por Edgar Ulises Báez, sólo que en la Facultad de Derecho de la misma casa de estudios. En ambos procesos de titulación fungió como asesora de los entonces alumnos la maestra Martha Rodríguez Ortiz.

Como era de esperarse, la primera reacción y primer error de la ministra, fue la descalificación tajante de los hechos, acompañada de cartas de apoyo, en primer lugar, de su asesora que certificó que la tesis fue escrita por Esquivel. A la misiva de la maestra Rodríguez Ortiz siguieron otras de académicos de la UNAM y del asesor de su tesis doctoral.

Especialistas de comunicación, como la española Elena Compte, destacan que en una crisis siempre hay que dar la cara, no escudarse en el clásico sin comentarios, pero en todo momento se deben medir las palabras y los silencios.
Traigo a colación lo anterior porque otro gallo le hubiera cantado a la ministra Esquivel, si en lugar de salir a descalificar la nota de Sheridan, hubiera publicado un comunicado en el que rechazara la acusación de plagio y anunciara la solicitud a la UNAM de los expedientes de titulación de Edgar Ulises Báez y el suyo propio para comprobar que ella era la autora original del proyecto. Si bien esta acción no resolvería el problema, sí le hubiera dado el tiempo necesario para planear los siguientes pasos.

El siguiente error de la ministra, hablando estrictamente del aspecto de la comunicación, fue publicitar la denuncia de “plagio” y luego filtrar un documento de la Fiscalía de Justicia de la Ciudad de México en el que supuestamente se exculpaba a Esquivel y concluía que quien había cometido el “supuesto plagio” era Edgar Ulises Báez, conclusiones que fueron desmentidas por la institución. Esta situación vino a golpear seriamente, la ya golpeada credibilidad de Esquivel.

En una crisis no podemos usar para nuestra defensa elementos que no tengamos bajo nuestro control o perfectamente verificados, un error de principiantes de sus asesores de comunicación.

En este punto, para defender su ya abollada imagen, lo más sensato hubiera sido retirar su candidatura a la presidencia de la SCJN, puesto que tenía perdido desde el día uno del escándalo, ya que sus “pares” no se iban a arriesgar a elegir presidenta del máximo tribunal del país a alguien con una sombra de duda acerca de su honestidad, sin embargo, no lo hizo.

El último gran error fue el dejar al descubierto su soberbia al declarar que seguiría en la Corte porque no tenía nada de qué avergonzarse.

Si bien la ministra Esquivel ha cometido serios errores en el manejo de esta crisis, la UNAM no canta mal las rancheras, su imagen ha sido afectada por las acciones tibias en este asunto.

Fue hasta principios del presente año que la universidad concluyó que la tesis presentada por la ministra Esquivel es una “copia sustancial” de la defendida un año antes por Edgar Ulises Báez. Sin embargo, las autoridades universitarias concluyeron que no tenían las facultades para imponer sanciones como retirar el título de licenciatura a la integrante de la SCJN. A la que sí despidieron fue a la asesora de tesis.

El caso fue enviado a la SEP, que también se lavó las manos y lo regresó, argumentando que no tenía facultades para retirar la cédula profesional a una persona a la que antes la Universidad no le hubiera cancelado el título profesional.

Es en este punto que el rector de la UNAM, el doctor Enrique Graue, cometió el último error de esta saga al responder a una provocación del presidente López Obrador, quien dijo que el máximo directivo universitario estaba evadiendo sus responsabilidades.

En un mensaje que fue transmitido en vivo por diferentes medios de comunicación, Graue hizo una cronología del caso, subrayó que la legislación actual no permite a la universidad retirar el título a Esquivel y anunció que convocaría, sin dar fecha, al Comité de Ética del Consejo Universitario, para analizar las posibles sanciones a la ministra.
Con su mensaje el doctor Graue violó un principio fundamental en el manejo de las crisis a nivel comunicacional: Si no tienes nada importante que decir, no digas nada, porque se te puede revertir.

Lo dicho por el rector Graue la semana pasada puso más leña al fuego porque dio la impresión de que estaba pateando el balón y que lo hecho por Esquivel Mossa quedará impune. ¿Será?

En toda esta trama la gran ausente es la SCJN, que algo tendrá que decir al respecto, no cree usted amable lector.

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Cada vez estoy más convencido que el presidente López Obrador va a tener que buscarse una nueva corcholata favorita, ya que la aceptación de Claudia Sheinbaum va en picada por los incidentes en el Metro de la Ciudad de México. ¿Quién será el nuevo favorito?