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El 24 de febrero marca el primer aniversario de la invasión rusa a Ucrania.

En la edición de Sin Fronteras del 2 de marzo del año pasado, analizamos las ramificaciones del conflicto armado para la economía global. En aquella entrega, titulada “Más inflación por más tiempo”, intentamos dimensionar la magnitud del choque de oferta en las cadenas de suministro de las principales materias primas afectadas por la guerra y por las sanciones económicas impuestas a Rusia por el resto del mundo.

Desafortunadamente, a un año de su inicio, el conflicto armado sigue vivo y sin perspectivas de concluir en el corto plazo. En este contexto, vale la pena analizar lo sucedido en el último año en los precios de las materias primas más afectadas como el petróleo, el gas, el maíz y el trigo.

Vale la pena recordar que, previo al inicio del conflicto, las economías de Rusia y Ucrania ocupaban los lugares número 11 y 58 en la escala global en términos de tamaño y representaban aproximadamente 1.8 y 0.4% del PIB global respectivamente. Sin embargo, ambos países juegan un papel muy importante en la producción y exportación de ciertas materias primas que son cruciales para la economía global.

Antes del inicio del conflicto, Rusia era el tercer productor de petróleo –aportando 11% de la producción global de crudo y 8% de las exportaciones totales. Asimismo, Rusia era el principal proveedor de gas natural para Europa Occidental y el principal exportador de trigo a nivel global.

Por su parte, Ucrania es uno de los principales productores de maíz, trigo, y cebada a nivel internacional, además de contar con yacimientos importantes de minerales clave en la producción de acero –como el mineral de hierro, carbón y manganeso.

En el caso del petróleo, el precio del barril de Brent se disparó de 75 dólares al cierre del 2021 a un máximo de 133 dólares el 18 de marzo. Este incremento de 77% llevó el precio del petróleo a su nivel más alto desde el 2008.

Aunque el precio se mantuvo por arriba de 100 dólares durante los primeros ocho meses del 2021, al cierre más reciente, el barril de Brent había bajado a 85 dólares, 13% por arriba de su nivel pre-invasión pero 36% por debajo de su máximo.

En el caso de los precios del gas natural en Europa, éstos aumentaron de un promedio de 50 euros por mega watt antes de la guerra, a un máximo de 320 euros en agosto. Sin embargo, el viernes pasado el precio cerró en 49 euros, su nivel más bajo en 18 meses.

La disminución de los precios del petróleo y del gas está muy ligada con una fuerte desaceleración en la demanda, resultado de un menor dinamismo en la actividad económica y de un bondadoso invierno. El consumo de gas en Europa está 20% por debajo del promedio histórico.

En el caso del trigo, el precio por bushel aumentó de 7.20 dólares antes del inicio del conflicto a un máximo de 12.78 a mediados de mayo del año pasado. Sin embargo, de entonces a la fecha el precio ha bajado 41% para ubicarse en 7.55 dólares.

En el caso del maíz, el precio por bushel pasó de 5.60 dólares al cierre del 2021 a un máximo de 8.06 dólares a principios de abril del 2022. De entonces a la fecha, el precio ha venido disminuyendo y su precio se ubica actualmente en 6.80 dólares.

La disminución en el precio del maíz ha sido menor debido a una muy pobre cosecha en Argentina, el quinto productor de maíz a nivel global.

La conclusión principal es que el choque de oferta provocado por el conflicto armado en Ucrania se ha venido digiriendo poco a poco y que la desaceleración económica a nivel global ha contribuido a que los precios estén cerca de su nivel pre-invasión.

Sin embargo, los precios siguen por arriba de los niveles promedio de los últimos cinco años y se antoja complicado que bajen mucho más de lo que ya lo han hecho, a menos de que enfrentemos un escenario de desaceleración global más profunda a lo esperado.

Aunque viene un alivio importante en las presiones inflacionarias por la caída en los precios de las materias primas, la economía global, y en particular la de Estados Unidos, enfrenta otros factores fundamentales que complicarán un retorno a los niveles de inflación observados en la década anterior.