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La semana pasada se publicaron las cifras de empleo de mayo en Estados Unidos, revelando que la economía creó 280,000 plazas, cifra significativamente por arriba de la expectativa de 225,000 y también superior al promedio de los primeros cuatro meses del año, de 202,000.

Más allá de confirmar que la economía estadounidense está saliendo sin problemas del bache experimentado durante el primer trimestre, la situación del mercado laboral es una que le podría estar quitando el sueño a la Fed.

Después de llegar a un máximo de 10% hacia finales del 2009, la tasa de desempleo ha venido disminuyendo constantemente hasta ubicarse en 5.5% en mayo, nivel muy similar a 5.0% que había en diciembre del 2007, antes del inicio de la crisis.

Aunque la tasa de desempleo ha disminuido a un ritmo más rápido de lo esperado, esta mejoría se debe en cierta medida a que la tasa de participación en el mercado laboral -es decir, la proporción de la población en edad de trabajar que tiene un trabajo o está activamente buscando uno- ha disminuido considerablemente a raíz de la crisis y no se ha recuperado.

La tasa de participación se ubica actualmente en 62.9% en comparación con un promedio de 66.5% registrado en los 20 años previos a la crisis (entre 1987 y el 2007) y 66% en diciembre del 2007.

Para algunos observadores, la caída en la tasa de participación es principalmente una consecuencia de factores cíclicos, ya que el mercado laboral no ha mejorado lo suficiente para “incentivar” a más personas a reincorporarse a la fuerza laboral. Sin embargo, un estudio publicado por la Fed de Filadelfia en febrero del 2014 parece sugerir que el cambio en la tasa de participación está más relacionado con factores estructurales.

De acuerdo con el estudio de Shigeru Fujita de la Fed de Filadelfia, casi 65% de la disminución en la tasa de participación está relacionado con el retiro o incapacidad, mientras que solamente 30% de la caída se explica por el grupo de trabajadores “desincentivados”.

Los datos del estudio sin duda deben estar muy presentes en el proceso de toma de decisiones de la Fed. Si la disminución en la tasa de participación es realmente un tema estructural, entonces se podría estar subestimando el tamaño de la fuerza laboral potencial.

Mientras que algunos trabajadores estarían dispuestos a reincorporarse a la fuerza laboral si las condiciones siguen mejorando, hay muchos otros -retirados o con incapacidad- cuya reincorporación sería mucho más complicada o imposible. Esta situación podría significar que la raquítica recuperación que han tenido hasta ahora los salarios reales estaría por acelerarse de manera importante.

Si bien esto es una buena noticia para el consumo y la actividad económica, también es un factor que la Fed debe analizar de manera muy cuidadosa, ya que la dinámica salarial podría comenzar a presionar la inflación.

Hasta ahora, la Fed ha mantenido una política monetaria sumamente holgada por la ausencia, casi total, de presiones inflacionarias. Para algunos observadores, esto podría significar que la Reserva tal vez tenga que subir las tasas de manera más rápida a lo anticipado por el mercado. La dificultad es que, por su naturaleza, el impacto de la política monetaria en la economía real se da con un rezago que en ocasiones puede ser de varios trimestres.

La Reserva tiene la complicadísima tarea de comenzar a normalizar la política monetaria en el momento apropiado con base en información imperfecta sobre el rumbo futuro de la economía.

Lo más probable es que la Fed comience a subir las tasas de interés antes de que se empiecen a observar mayores presiones salariales, esperando que, en el proceso, los mercados tengan un comportamiento ordenado.