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En la última edición de Sin Fronteras abordamos el tema de la tormenta perfecta que está azotando a las economías emergentes y el riesgo de que esta situación derive en una crisis de proporciones similares a la de 1997-98.

Esta tormenta perfecta se ha generado por una combinación de factores que incluye: i) el inminente comienzo de la normalización en la política monetaria en Estados Unidos; ii) una caída estrepitosa en los precios de las materias primas y notablemente el petróleo; y iii) la marcada desaceleración del crecimiento económico en China y otros mercados emergentes. Esta situación ha provocado una fuerte salida de capitales, generando una muy fuerte apreciación del dólar frente a la mayoría de las monedas a nivel global.

Aunque no hay que desestimar estos riesgos, es necesario enfatizar que no todas las economías emergentes están en la misma situación y que además hay diferencias importantes entre las circunstancias prevalentes en 1997.

Pero antes de analizar las diferencias, empecemos por las similitudes entre el 2015 y 1997. Tanto en 1997 como en la actualidad ha habido un crecimiento importante en los niveles de apalancamiento del sector público y privado, así como un deterioro en la cuenta corriente y las finanzas públicas en varias economías emergentes, principalmente en países dependientes de la exportación de materias primas como Rusia, Brasil y Sudáfrica. Asimismo, al igual que en 1997, esta situación viene precedida de un largo periodo de alza en los mercados accionarios y un boom en los mercados inmobiliarios.

Finalmente, esta fuga de capitales se está dando en medio de un periodo de desaceleración significativa a nivel global y de recesión en varias economías productoras de materias primas como Brasil, Canadá, Australia y Sudáfrica. Si esto no fuera poco, hay factores negativos que no estaban presentes en 1997, como la desaceleración de la economía china.

Hasta aquí la situación se ve francamente pesimista. Sin embargo, a pesar de las similitudes, hay importantes diferencias que podrían mitigar el riesgo de una reedición de la crisis de 1997. Primero, a excepción de la Fed, ninguno de los principales bancos centrales del mundo desarrollado está por restringir su política monetaria acomodaticia ni recortar sus programas de inyecciones de liquidez durante los próximos 18 meses. Segundo, a pesar del incremento en los niveles de apalancamiento del sector público y privado, éstos permanecen considerablemente por debajo de los observados en 1997 y están menos concentrados en grandes corporativos. Tercero, el desarrollo de los mercados locales ha permitido que buena parte del financiamiento del sector público y privado sea interno y denominado en moneda local, mientras que en 1997 casi toda la deuda era externa y denominada en dólares. Cuarto, los sistemas bancarios locales son mucho más robustos y están mejor capitalizados que en 1997. Quinto, la creación de los fondos soberanos ha permitido la acumulación masiva de recursos que pueden servir de amortiguador y fuente de financiamiento local.

Sin embargo, la diferencia más importante con respecto a 1997 es que la mayoría de las economías emergentes tiene ahora un sistema de tipo de cambio flexible, permitiendo a esta variable actuar como amortiguador de parte del choque externo.

Todo esto nos lleva a pensar que una reedición de la crisis 1997 es posible pero no muy probable. No obstante, el peso específico de los mercados emergentes en la economía global es mucho mayor al de 1997, por lo que está claro que la probabilidad de una recesión global ha aumentado de manera considerable.