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Tras los sismos de septiembre, no parece haber evidencias de agravamiento de la burbuja inflacionaria en la que hemos vivido este año. El flujo abundante de ayuda social y el no tener interrumpidas cadenas específicas de producción limitan este impacto en precios.

Es probable que haya baches en la actividad económica en zonas específicas que lastren la marcha económica de algunas regiones. En especial Oaxaca, Morelos y Chiapas podrían mostrar caídas en sus indicadores de desarrollo.

Y por el contrario. La fase de reconstrucción podría impulsar algunos sectores como el de la construcción que mostrarían una recuperación desde sus niveles previos recesivos.

Empezarán a fluir muchos recursos para las reconstrucciones tras los sismos y huracanes que se traducirán en más venta de bienes y servicios que implicarán un dinamismo económico. Forzado por la desgracia, pero hay dinero circulando en la economía.

Pero esta reconstrucción que está en su fase inicial no tiene un efecto en la paridad del peso frente al dólar. La reconstrucción es un asunto meramente de la economía interna que no implica una gran demanda de bienes importados.

La reconstrucción que puede trastocar los mercados mexicanos es la estadounidense. En aquel país donde su presidente no cree en el cambio climático han tenido los efectos devastadores de dos de los huracanes más poderosos de la historia.

Texas, Florida y una parte de Louisiana están gastando hoy cientos de millones de dólares en tratar de regresar a la normalidad tras la devastación.

La demanda de mano de obra, de materiales de construcción, de enseres domésticos, muebles y autos que quedaron bajo las inundaciones aumentan la demanda y eso sí puede tener un componente inflacionario.

El ISM manufacturero muestra niveles no alcanzados en más de una década. Muchos de los datos que han alimentado este indicador industrial se derivan de la reconstrucción tras los huracanes.

Esa actividad extraordinaria se suma a la dinámica que ya traía el sector industrial estadounidense que está en franca expansión.

Los gastos en construcción también se han elevado de forma notable con los datos disponibles hasta agosto, y se antoja que septiembre arrojará un incremento mayor.

Esta actividad económica más dinámica se traduce en preocupaciones inflacionarias, lo que lleva a la Reserva Federal de Estados Unidos a repensar la gradualidad con la que pretendía regresar su política monetaria desde los niveles del cero de hace un par de años hasta la neutralidad.

Hoy, con la tasa de interés de referencia en 1% y la economía acelerando de esa manera, hay posibilidades de que suba el costo del dinero. Este hecho es enemigo de un dólar barato.

No es el único factor que le pega al peso en su relación con el dólar, el fantasma de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte gravita en los mercados financieros. Pero no hay duda de que la actividad forzada por la reconstrucción estadounidense tras los huracanes le agrega algunos centavos a las presiones cambiarias.