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¿De verdad creyó Donald Trump que podía despertar al dragón sin que eso tuviera una respuesta contundente?

Por supuesto que el gobierno de China no iba a dejar pasar las amenazas del presidente de Estados Unidos en contra de Corea del Norte para advertirle que tuviera cuidado con desatar un conflicto bélico con un país cuya frontera comparte con China.

Está claro que si Trump no cumplió con su amenaza de fuego y furia de inmediato, fue porque los chinos le llenan la pantalla de los focos rojos en ese conflicto.

Pero también el gobierno comunista ya le puso un alto a Trump en sus arrebatos contra Venezuela. Desde el Ministerio del interior chino le mandan a decir que todas las relaciones bilaterales deben guiarse sobre la base de la igualdad, el respeto mutuo y la no injerencia en asuntos internos.

Si así se ponen los chinos con asuntos tan aparentemente lejanos como Sudamérica, ¿qué podríamos esperar de aquellos temas que les competen directamente como la obsesión del presidente estadounidense por acabar con los déficits comerciales de su país?

Los chinos podrán tener algún negocio con el régimen de Nicolás Maduro, pero su verdadero interés está en su ventajosa relación comercial con Estados Unidos.

Robert Lighthizer, ese mismo representante comercial de la Casa Blanca que hoy mismo se está haciendo el rudo ante las delegaciones de México y Canadá en la primera ronda de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, es el mismo que tiene instrucciones de su jefe de iniciar una investigación en contra de China por el posible robo de patentes y por forzar a las empresas que allá ensamblan a que transfieran tecnología.

Con México y Canadá los estadounidenses tienen reglas bien escritas, con China tiene la enorme pata del oso panda en la cara advirtiéndole que no vaya a presionar a Beijing con asuntos comerciales.

Trump se queja de México porque le vendemos muchos cochecitos ensamblados con sus autopartes, su tecnología y hasta su capital. Pero de China la queja es que hay una apropiación de patentes, marcas registradas, secretos comerciales y propiedad intelectual. Nada más.

China no tiene empacho en advertirle a Estados Unidos que no juegue con fuego y que no pretenda presionar al gobierno comunista con el tema de Corea del Norte para obtener ventajas comerciales. Son asuntos diferentes, le gritan a Trump.

Cuando China advierte a Washington que habrá consecuencias no es porque esté pensando en un bonito encuentro de negociadores, con cuarto de junto y mesas negociadoras como lo hace con sus socios de América del Norte.

Implica que aunque acuse a China de robo de propiedad intelectual simplemente tiene poco margen de maniobra para presionar por la vía comercial a ese gigante que tiene como respuesta nada conciliadora la advertencia del desastre mundial que implicaría una guerra comercial.

Por alguna de esas razones que sólo el presidente de Estados Unidos parece entender, decidió abrir dos frentes comerciales importantes al mismo tiempo. La renegociación con México y Canadá y la investigación en contra de China.

Si la lógica jugara del lado de las decisiones de la Casa Blanca, debería ser ese potencial conflicto con los chinos una buena noticia para Norteamérica porque no querrá quedarse solo en su gran pleito. Pero el sentido común tiene mucho tiempo que hizo maletas y se largó de Washington.

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