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El comportamiento reciente de una serie de indicadores adelantados en la eurozona parece confirmar que después de casi cinco años de estancamiento, la región está teniendo por fin un rebote en la actividad económica.

Con base en estos datos, la mayoría de los analistas ha estado revisando al alza sus pronósticos de crecimiento para el primer trimestre del 2015 a 0.8% con respecto al cuarto trimestre del 2014, una aceleración considerable contra 0.3% observado en el último trimestre del año pasado.

La aceleración podría ser aún más evidente, rondando 4%, al medirse contra el primer trimestre del 2014. De confirmarse esta tendencia una vez que se publiquen los datos del primer trimestre, es muy posible que la mayoría de los especialistas eleve sus pronósticos para el año completo desde cifras cercanas a 1% a cifras por arriba de 1.5 por ciento.

La recuperación ha sido principalmente impulsado por tres factores: i) la contracción en los precios del petróleo; ii) la disminución en las tasas de interés de corto y largo plazo; y iii) la depreciación del euro. Los primeros dos factores han permitido una recuperación de la confianza del consumidor que en conjunto con un aumento en el financiamiento bancario al sector privado ha contribuido a una recuperación importante en las ventas al menudeo y las ventas de automóviles. Mientras que la depreciación del euro ha contribuido de manera importante a un renacimiento de las exportaciones europeas y de la producción industrial.

Adicionalmente, la disminución de las tasas de interés de largo plazo a prácticamente cero ha permitido a los gobiernos disminuir su costo de fondeo drásticamente, liberando recursos para relajar un poco las medidas de austeridad en países como España, Francia e Italia. Tanto la disminución de las tasas de interés de corto y largo plazo como la depreciación del euro son consecuencia directa de las medidas de estímulo cuantitativo del Banco Central Europeo.

La evidencia de que la eurozona ha salido del estancamiento que la agobia desde hace algunos años parece ser contundente. No obstante, sería irresponsable ignorar que aún existen problemas importantes.

Por un lado, la recuperación ha sido bastante dispareja: mientras países como Alemania y España se han beneficiado considerablemente de la depreciación del euro, la segunda y la tercera economía más importantes de la región, Francia e Italia, casi no crecieron.

Por otro lado, la problemática griega persiste y el desenlace todavía podría darse de manera muy desordenada.

Adicionalmente, a pesar de la mejoría en los indicadores de actividad económica, las tasas de desempleo siguen siendo persistentemente altas. La estabilización y subsecuente recuperación económica de la eurozona se ha dado con base en dos decisiones tomadas por las autoridades europeas: i) la ansiada y tardía decisión del BCE para implementar estímulos cuantitativos y provocar inflación; y ii) el establecimiento de una ruta crítica con bases para caminar hacia una inevitable mayor integración fiscal. No obstante, la recuperación es frágil y altamente dependiente de los estímulos cuantitativos del BCE, de la promesa de una mayor integración fiscal y de un desenlace ordenado a la crisis griega.

El rebote en la actividad económica es una excelente noticia, pero está lejos de anunciar el fin de la problemática europea.