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La delegación de Estados Unidos llegó a la reunión del pasado fin de semana del G-20, en Shanghái, con el discurso de que ellos no estarían dispuestos a tomar medidas anticrisis, porque simplemente no veían una crisis por ningún lado.

Seguro que ya, durante las reuniones de trabajo, los delegados de Washington se habrán encargado de hacer circular entre sus contrapartes del mundo una copia de la revisión al alza del crecimiento de su Producto Interno Bruto al cierre del año pasado. Y no es que 1% corregido sea una muestra de bonanza para la economía más grande del mundo, pero indica que, aun en medio de las turbulencias financieras globales registradas al cierre del 2015, pudieron mantener una dinámica de crecimiento.

Incluso, los pronósticos para este trimestre son más optimistas porque, además, tuvieron la ventaja de tener pocos días de clima extremo en comparación con temporadas invernales anteriores. Como sea, si la intensión de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y del Fondo Monetario Internacional (FMI) era lograr la coordinación en las medidas financieras para hacer que se mueva la economía global, se toparon con la pared de Washington.

No es que los otros no puedan solos, el problema es que si la principal economía del mundo va en sentido contrario del resto de las naciones de alto desarrollo, se generan distorsiones financieras.

Por lo pronto, hay que reconsiderar las fechas que el mercado daba por descontadas para el siguiente aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed).

A finales de enero, los participantes de los mercados estaban convencidos, en su gran mayoría, de que este año no se daría otro aumento en la tasa de interés, después del disparo inicial en diciembre pasado. Es más, no faltó quien anticipara la posibilidad de aplicar la reversa y decidir una baja en la tasa en la siguiente reunión de decisión de política monetaria.

Sin embargo, el comportamiento inflacionario y de otros indicadores industriales y de consumo ha moderado esta visión que, de hecho, es optimista en los mercados; por lo que hoy vuelve a crecer la posibilidad de que quizá en septiembre se pueda dar algún aumento adicional.

Como sea, la Fed no ha cambiado su discurso de aplicar aumentos graduales este año. El único cambio fue el monitoreo de la situación financiera global.

La descoordinación entre los ciclos de crecimiento provoca que algunos busquen incentivos para gastar, mientras que otros que están en crecimiento aplican alicientes para ahorrar.

Claro que para México siempre será mejor estar ahora del lado de las trompetas afinadas de la orquesta y es positivo que Estados Unidos mantenga su ritmo de crecimiento porque la dependencia es total.

Cuando se da una sotana desafinada como la que interpreta el mundo, es difícil que las medidas monetarias puedan funcionar, porque los flujos de recursos entre los mercados son auténticas plagas de langosta que devastan al más débil. Pero, si las medidas corren más por los carriles de lo fiscal, puede haber un aumento en el gasto público en infraestructura y, entonces sí, generar un buen efecto local.

Sólo que para poder sacar el armamento fiscal, los países deben tener una salud financiera mínima. De lo contrario, lo único que hacen es complicarse más el panorama.