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La vida es la victoria de la muerte.
Florestán

Hoy, a 10 días del sismo del martes 19 de septiembre, hay un país que todavía no alcanza a entender bien a bien cuáles serán sus efectos, que los habrá.

Y es que aún no ha sido suficiente el correr de estos días para superar el impacto, el miedo, el duelo, el dolor, el recuerdo, para lo que pasará mucho tiempo, sí, pero menos del que llevará el surgimiento del reclamo, que comenzamos a ver; la desesperación, que ya aparece; el enojo, que ya se empieza a sentir; suma de factores que siempre se traduce en una crisis. ¿Cuál, cómo y de qué dimensiones? No lo puedo saber, abarcar, dimensionar, pero sí tengo claro que será la siguiente etapa, la más difícil para un gobierno, porque ya no es enfrentar la reacción a una hecatombe natural, si no a un estado de ánimo social que se siente desatendido, desprotegido, aunque no sea del todo cierto, pero ese será el epicentro de la crisis, alimentado, ahora a diferencia de 1985, con las redes, formidable herramienta pero también terrible instrumento para hacer correr las más absurdas versiones, los más perversos engaños.

El gobierno del presidente Peña Nieto ha tenido una reacción oportuna, más si se compara con 1985, entonces con un presidente aislado, incomunicado y un equipo paralizado. Entiendo la diferencia en las dimensiones del desastre, pero la reacción de la gente es directamente proporcional a su afectación, a sus pérdidas, que luego la sociedad hace suyas y el reconocimiento y la solidaridad iniciales se transforman en condena.

Esto no es exclusivo de México ni de esta tragedia. Se dio en 2005 en Nueva Orleans con Katrina, que mató a 2 mil personas, el terremoto y siguiente tsunami de Japón, con más de 18 mil muertos en 2011, y el de Haití, en 2010, que costó la vida a 316 mil personas y dejó 350 mil heridas, la peor catástrofe natural del siglo.

En todos los casos, al desastre ha seguido una crisis.

Y en México, aunque, de otras dimensiones, para cada quien su tragedia es la peor y las otras son estadísticas ajenas y lejanas; al desastre seguirá la crisis, que es la que el gobierno tendrá que enfrentar y resolver sabiendo que es más difícil y riesgosa que la catástrofe natural.

Retales

1. Escuelas. Uno de los puntos de riesgo de crisis es el tiempo que llevará volver a clases, unas dos semanas más en Ciudad de México. Y atender la reconstrucción de 580 escuelas en Oaxaca, Chiapas, Puebla y Morelos;

2. Impunidad. El sismo dejó al desnudo la complicidad de algunas constructoras y desarrolladoras con ciertas autoridades en el manejo de los usos de suelo y calidad de obra;

3. Vana. Xóchitl Gálvez dijo hace tres años que sería una jefa delegacional de tres años. Hoy ya se deja promover para el gobierno de Ciudad de México, para el que no tiene espacio a menos que se rompa el Frente de Ricardo Anaya. ¿Y el compromiso? ¡Ah! esas son palabras y para las palabras está el viento.

Nos vemos el martes, pero en privado

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