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Recuperar la confianza de los capitales, que ahora mismo se pierde a pasos agigantados, tardará mucho más que un sexenio. Hoy queda claro que, en México, aunque haya reglas escritas, se pueden incumplir con facilidad.

Cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) un funcionario del gobierno mexicano, hoy encumbrado en organismos internacionales, dijo que los inversionistas tenían la garantía de al menos 24 años del mismo modelo económico.

Claro que le fue fatal con la oposición de entonces, pero al final tuvo razón y esa estabilidad de las reglas de una economía de libre mercado atrajo las inversiones suficientes para hacer de México esa potencia exportadora que es hoy.

Pasado mañana entra en vigor el acuerdo que sustituye al TLCAN y las expectativas son muy dispares.

Mientras la 4T cree que será la panacea para los problemas económicos, tanto los auto infringidos como los derivados de la pandemia, los inversionistas y hasta los representantes de los gobiernos participantes en el llamado T-MEC, tienen otra visión.

El embajador de los Estados Unidos en México, Christopher Landau, es un diplomático, pero también es el representante de los intereses de su país en el nuestro. Por eso le produce un conflicto personal señalar que éste no es el momento oportuno para invertir en México, porque es una verdad que debe advertir a sus compatriotas, pero es algo que podría interpretarse como un mensaje, digamos, poco diplomático.

Pero es verdad, el cambio de reglas que enfrentan los inversionistas, tanto mexicanos como extranjeros, hace dudar sobre la viabilidad de invertir en territorio nacional. Y no sólo para las empresas relacionadas con la energía, que han sido claramente afectadas por esas patrañas ideológicas del gobierno de López Obrador, sino cualquier otra inversión que hace cálculos de sus costos ante un futuro cambio en las reglas del juego.

Otro acuerdo que está en proceso de modernización, pero que también enfrenta las mismas dudas de los participantes, es el Tratado de Libre Comercio Unión Europea– México. Este acuerdo tiene vigente lo que va del siglo, pero hace unos cuatro años iniciaron pláticas para su modernización y recién concluyeron.

Pero los europeos tienen los mismos temores que los estadounidenses: la falta de respeto a las reglas en México. Y la reacción presidencial en contra de la empresa española Iberdrola les pone los pelos de punta.

Cuando ven que el presidente de México ubica como conquistadores a los inversionistas por ser españoles y cuando ven que para la 4T generar electricidad es saquear al país, como si hubiera una mina de kilowatts en el subsuelo, verdaderamente se espantan.

Hay negocios que ya están en marcha y seguirán fluyendo los recursos para mantenerlos en pie. Habrá sectores donde el costo de oportunidad de invertir en México les resulte favorable, pero habrá otras tantas inversiones que mejor esperarán a ver si realmente este país puede ser un destino seguro para su dinero. Mientras tanto, elegirán otros lugares para seguir con sus negocios.

México tendrá que demostrar que puede reconstruir sus instituciones para que se respeten las leyes, independientemente de las ocurrencias del gobernante en turno. Eso puede tardar una generación.