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Desde la óptica del gobierno actual, no tiene ninguna ciencia sacar petróleo, sólo hay que hacer un hoyo, según dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Ojalá no se aplique este simplismo a la elaboración del plan de negocios de Petróleos Mexicano, porque con él se juegan el futuro económico nacional.

Se supone que dentro de 10 días el gobierno federal deberá presentar un plan de rescate para la petrolera que sea creíble ante los ojos de los mercados. Y tiene que ser así, porque es tal el nivel de endeudamiento de esa empresa que, si los acreedores no le creen a la 4T en sus planes, simplemente perderán la confianza en su acreditado, con un alto costo para el país.

Es importante para la viabilidad financiera de Pemex que ese plan pueda convencer a todos que es posible que la petrolera pueda llevar a cabo su negocio sin una participación de las empresas privadas del sector, que compartan riesgos y disminuyan gastos.

Por lo pronto, la firma calificadora Moody’s advierte de los riesgos operativos para Pemex en su intento de aumentar su producción con escasa participación de particulares.

Y si llegaran a optar por echarse para atrás y sí aceptar que se abran negocios en conjunto con Pemex para la Iniciativa Privada, el gobierno federal deberá ser lo suficientemente convincente con los mercados sobre el respeto a las garantías de inversión.

Los antecedentes recientes de incumplimiento de los contratos y las decisiones autoritarias que han cancelado inversiones multimillonarias, no son un buen referente para conseguir credibilidad.

El plan de negocios que estaría por presentarse debe también convencer a todo el mundo que es buena idea renunciar a invertir en el negocio central de la extracción de petróleo para privilegiar la construcción de una refinería, lejana a los centros de consumo para dotar de gasolinas baratas a la población, según la promesa presidencial.

Tiene que ser contundente el planteamiento del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador en materia de transferencia de recursos de las cuentas públicas federales a las finanzas de la petrolera, porque para nadie escapará el hecho de la desaceleración económica y sus consecuencias en la recaudación tributaria.

Y con los efectos que tiene la desaceleración económica en los ingresos públicos, el plan debe convencer de que realmente dejarán de meter la mano como hasta ahora en el bolsillo de Pemex para completar el gasto público.

En fin, que Pemex debe convencer al mundo que su plan de negocios será un planteamiento serio, profundo. Hecho por verdaderos expertos que le entienden al tamaño del problema y que conocen muy bien el sector.

Deben despejar las dudas razonables que hoy existen en el mercado de que el plan de negocios de Pemex puede ser un documento tan vacío y poco profesional como lo fue el Plan Nacional de Desarrollo, que dejó ver una larga lista de incapacidades profesionales de los administradores federales actuales.

El costo de un documento no creíble sería una profundización de la desconfianza, que se vería inicialmente en las calificaciones crediticias, primero de Pemex y después de la deuda soberana del país.

El documento que está por presentar el gobierno de López Obrador a los mercados sobre el futuro de Petróleos Mexicanos podrá marcar mucho del futuro económico de su gobierno entero, sin lugar a dudas.