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No es realmente muy buena idea ser testigos de lo que ocurre en la economía de Estados Unidos desde una butaca que tenga de frente el comportamiento frenético de los mercados bursátiles o del tipo de cambio.

Desde esa perspectiva de altibajos tan abruptos parecería que revivimos la película que vimos hace 10 años cuando la economía se aprestaba para entrar en la Gran Recesión.

Claro está que ver una baja de 4 o 5% de un indicador bursátil o de una depreciación instantánea del peso que se pinta en una gráfica como un cohete de Elon Musk, no ayuda a conservar la compostura.

Por eso es que hay que echarse unos cuantos pasos para atrás y ver lo más que podamos del bosque. Desde ahí se ve que Estados Unidos y su economía gozan de cabal salud.

Incluso si en el comportamiento de esos mercados tenemos recursos involucrados, hay que reaccionar con serenidad y, en todo caso, asumir que había inversiones que ya se habían tornado riesgosas, como las bolsas de Nueva York.

Lo que vemos hasta ahora en la economía estadounidense es un crecimiento sostenido, incluso todavía con disparidades en sus niveles de consumo. Vemos una inflación que sanamente deja los niveles pegados al cero para tender hacia la meta del banco central estadounidense de 2% anual.

Hay cifras de pleno empleo, hay un panorama de corto y mediano plazos de mucha liquidez en la economía como consecuencia del plan fiscal recientemente aprobado.

En fin, no hay un solo foco rojo por ahora en Estados Unidos que valide un escenario de pánico.

Obviamente que un aumento más acelerado de la inflación despierta inquietudes en torno a lo que deberá hacer la Reserva Federal (Fed), sobre todo ahora que estrena presidente.

De entrada, Jerome Powell podrá ser un abogado muy cercano a Donald Trump, pero antes que eso es un banquero central que comulga a 100% con la estrategia seguida por Janet Yellen, a quien los mercados avalaron abiertamente.

Cuando vemos las entrañas del aumento de la inflación aparecen las gasolinas como protagonistas del aumento de precios. Al momento de retirar los precios volátiles de la medición inflacionaria queda un registro en línea con la expectativa de aumento de los precios.

Sí hay aumentos más altos a lo esperado en algunos bienes de consumo, pero no se le nota una presión derivada del aumento del empleo o la masa salarial.

En fin, puede ser que a los mercados bursátiles que traían una de esas fiestas de pueblo que duran y duran no les guste ver que la inflación se normaliza. Pero en general no parece haber razones por ahora para la angustia colectiva.

Ahora, entre la acción natural de los ciclos económicos y lo que puede provocar que el gobierno de Trump gaste sin pausas y reciba menos ingresos, sí podríamos ver a la par de algunos años un escenario de más presiones.

Pero hoy simplemente no. La economía de Estados Unidos crece sin complicaciones, pero sí con correcciones, nada de qué estar preocupados.

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