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Derrotado, diezmado en sus pocos hombres, con dos dedos menos en la mano izquierda, Cortés dejó Tenochtitlan luego de la Noche Triste, y fue acogido, curado y alimentado por sus aliados tlaxcaltecas.

Había en los tlaxcaltecas la experiencia de que Cortés y sus hombres eran un enemigo peligroso, pero un aliado muy útil por su capacidad de ejercer la violencia, la cual habían dirigido los de Tlaxcala contra sus rivales en la gran matanza de Cholula.

Convaleciente y derrotado, Cortés escribía su segunda carta de relación en Tepeaca, frontera de tlaxcaltecas y mexicas, cuando recibió una petición, parecida a la de Cholula, de unos emisarios del altépetl (señorío) de Cuauhquechollan (hoy Huaquechula, Atlixco), donde andaban en pleitos dinásticos de poder.

Podríamos decir que el español jugó el papel de gran elector.

​Venían a pedirle a Cortés que zanjara ese pleito con la probada efectividad de su violencia. (Apenas hay testimonio indígena que no subraye la capacidad de violencia de los españoles). Cortés aceptó la encomienda, interrumpió la escritura de su segunda carta, y se fue con sus hombres a zanjar el pleito de Cuauhquechollan.

Rápido corrió la voz por los altepeme (señoríos) indígenas de que, así de maltrechos como habían quedado luego de su Noche Triste, los españoles seguían siendo capaces de quitar del trono o mantener en el trono a señores de menor envergadura, tributarios de los mexicas.

La transmisión del poder en los altepeme mesoamericanos se planteaba normalmente como una querella a muerte entre parientes de linajes encontrados en una maraña de cruces familiares digna del incesto universal.

Todos, entre los principales, tenían algún derecho dinástico al trono; ninguno de los que estaban en el trono tenía derechos indesafiables a él.

Los altepeme vecinos de Tlaxcala encontraron en Cortés y sus aventureros a la pandilla extranjera capaz de definir con su violencia quién ganaba el pleito dinástico en distintos señoríos.

Podríamos decir que Cortés, disminuido como estaba, jugó el papel de gran elector, de “pistolero dinástico”, y creó al paso de sus servicios la federación guerrera de altépetl que derrotó a los mexicas y destruyó Tenochtitlan.

Lecturas obligadas: José-Juan López Portillo, “Cortés, el extranjero útil” (Nexos: https://bit.ly/3d6Txju); y Federico Navarrete, ¿Quién conquistó México? (Random).