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Anteanoche vi el noticiero que conduce Azucena Uresti en Milenio Televisión. Me llamó la atención las noticias generadas contra la mujer y la lucha feminista. La violencia de género va desde la golpiza hasta el asesinato, pasando por los insultos verbales a los cuales ellas saben contestar con solvencia.

Tal parece que los agresores de mujeres jamás han tenido madre en la acepción que en lenguaje popular se usa para definir a una persona desvergonzada y pasada de lanza. También, el enunciado se usa coloquialmente para designar algo bueno. Y en sentido literal la expresión denota la pérdida de la mujer que (a uno) lo meció en la cuna (El Brindis del Bohemio, dixit). O traducido al japonés: Tumamá Yamurió.

La primera nota, transmitida por la periodista, referente al tema, fue la de los futbolistas del equipo América Sub-17, que en el vestidor —tal vez después de un partido, si hubiera sido antes de salir a la cancha qué ‘varonil’ manera de efectuar el calentamiento y concentrarse— hicieron una burla del baile, que ha cundido en las marchas feministas por todo el mundo, con una melodía moderna y pegajosa. Al parecer letra y música nacieron en la República de Chile. Su título es el mismo que elegí como el título de la columna de hoy.

Azucena prosiguió con un video realizado por Inaís Maya, quien en compañía de una amiga paseaba en bicicleta cuando dos machos mexicanos, que ingerían bebidas alcohólicas en un automóvil, les gritaron: pinches nalgonas. La mujeres bajaron de sus bicis y encararon a los dos tipos mientras los grababan con un celular. He aquí el diálogo: ¿Qué te pasa, pinche pendejo? ¿Nalgona tu puta madre? Discúlpeme, señorita. Vienen hasta tomando. Vienen hasta chupando, chequen. ¡Pinche, naco! (clasismo-feminismo). Discúlpeme, discúlpenme. ¿Por qué nos gritas pinches nalgonas, qué te pasa, güey? No, estábamos cantando. No seas naco. Tú tienes madre, ¿no? Aprende a respetar. Estábamos cantando. ¡Ay no mames, cállate! Véanle la cara. Ahí tienen la caguama. Discúlpeme. ¡Ay ya, pinche naco!

Después, Azucena transmitió una nota donde se ve que un sujeto baja a una mujer de un automóvil a golpes y patadas; la arrastra por el concreto, ella trata de volver al auto y él jalándole de los cabellos la retiene y sigue golpeándola durante seis minutos, según afirmó la conductora —del noticiero no del auto. Luego ambos subieron al vehículo, cuyas placas son visibles en el video, y no se ha vuelto a saber nada ni de la víctima ni del victimario.

Enseguida, la señora Uresti planteó el tema de la asesinada, Abril Cecilia Pérez Delgado, y de la casualidad de que su presunto asesino, el que fuera su esposo, Juan Carlos García, quien estuvo preso por tentativa de homicidio y que el juez Federico Mosco puso libre bajo fianza al reclasificar el delito como violencia familiar, por segunda vez consecutiva no se ha presentado a firmar ante el Supremo Tribunal de Justicia de la Ciudad de México, a pesar de que cada primer lunes de mes debe hacerlo.

Durante la elaboración de esta columna apareció Laura Karen Espíndola, joven de 30 quien desapareció durante 14 horas al abordar un taxi y le comunicó a su mamá que el taxista le parecía sospechoso. La madre le recomendó bajarse del taxi y mandarle su ubicación. Posteriormente a esta conversación no se supo nada. Laura Karen regresó a su casa sola, aunque a decir de su hermano “no llegó en las mejores condiciones”.

La violencia contra la mujer se suponía que sólo existía entre las clases económicamente débiles, pero se ha comprobado que se da en todos los niveles sociales; podría pensarse que era algo acostumbrado en tiempos remotos, pero no, la agresividad hacia la mujer es tan actual como la computadora en la que escribiré: la mujer es peor tratada por la civilización que por la naturaleza.