Elecciones 2024
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Cada vez que cae el precio del petróleo, como ha ocurrido sostenidamente durante los últimos dos meses, el equipo económico del gobierno entrante tiene que recalcular el Paquete Económico que deben presentar al congreso dentro de tres semanas.

Hicieron muy bien los gobiernos de Enrique Peña Nieto y el entrante de Andrés Manuel López Obrador en contratar las coberturas petroleras necesarias para el próximo año. Bien por el gobierno saliente que destinó recursos y bien por el gobierno entrante en que al menos los futuros funcionarios de la Secretaría de Hacienda le entienden bien a eso de tratar de preservar la estabilidad.

Sin embargo, con todo y ese seguro contra la baja en el precio del crudo que exporta México, no es suficiente para cubrir toda la producción y tampoco implica garantizar la enorme carga de gastos que se prevé que quiere ejercer el próximo gobierno.

Donald Trump presume que los precios del crudo se derrumban gracias a un acuerdo con Arabia Saudita. Al menos eso se puede inferir del tuit en el que presume la baja de los precios del petróleo y le da las gracias al reino árabe, pero presiona por un mayor descenso.

Desde la perspectiva estadounidense, una baja en los precios del petróleo implica una repercusión positiva en sus consumidores, porque bajan los precios de los combustibles. Quizá no considera la posición de sus productores de shale gas que requieren de un precio mínimo para tener un negocio rentable.

Pero a Trump lo que le interesa es tener electores contentos y las gasolinas baratas ponen muy de buenas a cualquiera en ese país. El presidente de Estados Unidos no duda en utilizar sus agresivas tácticas de presión para conseguir sus objetivos.

Pero el caso de México es diferente. De entrada, los consumidores son menos beneficiados de estas bajas, entre otras cosas, por el complejo sistema de aplicación de impuestos.

Claro que los centavitos que se logren disminuir del precio de las gasolinas serán cacareados como un triunfo para los que llegan a gobernar. Ya lo verá.

Pero el problema es fiscal.

Ciertamente México ha diversificado totalmente su balanza comercial. Esos tiempos de crisis económica por una baja en los precios del petróleo quedaron atrás desde el siglo pasado.

Pero en la parte de ingresos fiscales no se ha hecho una sana corrección del todo. El paquetazo fiscal que entró en vigor desde el 2014 diversificó los ingresos, pero no se atrevió a llegar al fondo para ser una verdadera reforma tributaria e independizar las finanzas públicas de los ingresos petroleros.

Un gobierno responsable debería aceptar la realidad de no contar con recursos suficientes para todos los planes propuestos en campaña y moderar su plan de gastos.

Un gobierno populista obviaría la terca realidad y contemplaría gastos exorbitantes en materia de infraestructura y programas sociales sin importar los desequilibrios que impliquen, así sean disfrazados en supuestos ahorros en el papel que difícilmente se cumplan.

En 23 días sabremos de qué lado quedará el primer paquete económico del gobierno de López Obrador.

Del lado de los que cancelan aeropuertos sin importar las consecuencias, de los que desde su ideología usan información falsa para afectar al sistema bancario, del lado de los que ya tienen sus decisiones, pero las esconden en consultas amañadas.

O bien, podríamos ver un Paquete Económico equilibrado y sensato que haga del equipo del futuro secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, un necesario oasis de responsabilidad económica y financiera en un mar repleto de tiburones populistas.