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Cuarenta y ocho horas después que Bianca Alejandrina Lorenzana Alvarado saliera de su casa vestida de shorts, blusa y tenis negros, apareció sin vida y con “claras huellas de violencia”.

Para sus amigos y familiares era Alexis, apenas tenía 20 años y era originaria de Quintana Roo. Apenas este sábado 7 de noviembre fue reportada como desaparecida, justo cuando muchos estábamos al tanto de las elecciones de Estados Unidos o de los planes que íbamos a hacer para el fin de semana.

Pero los familiares y amigos de Alexis comenzaron a vivir un fin de semana de terror. El domingo se activó la Alerta Alba y comenzó de manera oficial la búsqueda y localización de Alexis.

Tenía veinte años y en la foto que se publicó para su búsqueda, pudimos conocer sus ojos rasgados, sus cejas pobladas, su cabello color negro, su sonrisa y su mirada.

Debo confesarles que cuando veo todos los avisos de búsqueda de hombres o mujeres pienso en lo difícil que ha de ser elegir una imagen con el que darás a conocer a un mundo de desconocidos a tu familiar, y no por los mejores motivos, sino por el peor y más estremecedor suceso: su desaparición.

¿Quién la busca? ¿Quién la elige? ¿Pensarán en la que se vea mejor o solo en la que sus rasgos luzcan claros? ¿Cuántos pensamientos se cruzarán en una mente que está llena de miedo e incertidumbre de si aparece o no con vida?.

La foto, ¿quién busca la foto?.

Entonces nos enteramos todos que una mujer, más, ha desaparecido en alguna parte del país, que una niña de apenas veinte años no sabemos si regresará a su casa.

Así piensas en tu hermana, en tu prima, en tu hija en tus amigas y te cuestionas si debes de salir a las vueltas del día de hoy como lo habías planeado. Te preguntas si la ruta que diariamente haces es segura, si alguien podría seguirte, si lo que te pones de ropa resulta o no provocador, porque qué tal que se te ven las piernas y pasa un tipo y te dice cosas.

Haces una llamada o envías un mensaje a tu hermana para saber su agenda del día o si ya eres madre, revisas las actividades de tu hija. ¿A dónde irá? ¿Con quién estará? ¿Qué lleva puesto? Y por supuesto las debidas reglas de cuidado que todas hemos recibido por nuestros padres y que nuestra propia arrogancia e inmadurez nos hacen ignorarlas.

Todas lo hicimos y les dijimos “sí, mamá, ya sé.”

Pero llegamos al 2020, en donde se supondría que tuviéramos una mayor conciencia del respeto al otro, de los derechos de nuestros cuerpos, de la impetuosa necesidad de sentirnos todas las mujeres seguras en las calles.

Pero no es así.

Las cifras de que cada día mueren 10 mujeres, es de terror, porque no mueren por enfermedades, sino por actos de una violencia incalculable.

Son golpeadas, violadas, quemadas, torturadas y cortadas por esperpentos de sangre fría y de una mente enferma, para guardarlas en bolsas de plástico y tirarlas por allí.

Lo leemos, lo escuchamos y nos damos cuenta que las mujeres corremos peligro todo el tiempo. Que nuestros cuerpos por el solo hecho de ser distinto, por tener curvas, por ser madres, por ser simplemente femeninas, nos convertimos en presas al acecho de animales disfrazados de hombres.

Al menos unas de las ventajas que nos da vivir en pleno siglo 21 y el boom de las tecnologías, es que hoy las protestas se organizan a distancia y se sale a las calles para exigir, gritar, llorar y hacer el suficiente ruido para que la muerte de Alexis y de todas las demás que tuvieron ese triste final sean suficientes y no existan más.

No seas tú, no sea yo.

En Quintana Roo, mujeres ciudadanas o parte de colectivos, salieron el mismo día que anunciaron la muerte de Alexis a las calles para llegar a la Fiscalía de cada uno de sus municipios a llevar velas y a encarar a la inoperante autoridad en temas de seguridad.

Entones Cancún se encendió, colectivos de mujeres cantaron los nombres de las últimas 12 víctimas de feminicidio en el estado, gritaban, se llenaban de coraje, se les permeaba la adrenalina y el dolor como si fuera suya.

Comenzaron a grafitear la fachada de la FGE, le prendieron fuego a la basura de la entrada y cuando decidieron correr ese fuego a las maderas que la policía municipal decidió colocar en la puerta de acceso del Palacio Municipal para protegerla, los uniformados salieron a hacer disparos al aire y al piso para que todas las jóvenes se retiraran.

¿Quién carajos protege una puerta y no protege a sus mujeres? ¿Quién le da más importancia a proteger una estructura y no un cuerpo?. La pregunta del millón.

Los que se dicen policías quitaron teléfonos y cámaras.

Pero ¿y las mujeres? Eso se lo dice la fotografía que tomó la fotoperiodista Elizabeth Ruiz, véala y usted mismo juzgue y perciba esa sensación de terror que una mujer puede vivir por salir a exigir seguridad.

El miedo de ser mujer - miedodesermujerlauragarza
En la imagen, policías rodean a dos manifestantes en el suelo durante protesta en Cancún, Quintana Roo. Foto de Elizabeth Ruiz / Instagram: @Elizabethfotocancun

La chica que está en el piso se aferra con todas sus fuerzas a un joven que pareciera protegerla de los policías.

Ella cierra los ojos esperando lo peor, los golpes, la sangre, el dolor e incluso la posible desaparición si es que ellos la toman y se la llevan.

Una atrocidad que se penetra en la piel y en el cuerpo entero, y tiemblas tanto que prefieres cerrar los ojos y agarrarte de lo que puedas o de quien puedas.

Entonces no es que echen a perder la puerta del Palacio Municipal, es que esas mujeres que usted ve gritando allá afuera corren el mismo peligro que Alexis de aparecer un día cortadas en pedazos y en una vil bolsa de plástico, como si fueran cosas.

Y así ningún tuit o declaración vale, ni siquiera los supuestos funcionarios despedidos. Eso no es tratar un problema, ni ofrecerle a la mujer quintanarroense mayor tranquilidad a la hora de salir a la calle.

Le muestro que la fotografía también sirve como un objeto educativo y explicativo sobre el miedo de ser mujer, y no tengo que contarle más.

El miedo lo tenemos todas, el problema es que no sabemos de quién sostenernos a la hora de que alguien nos persiga, nos grite, nos toque o nos lleve. Lo que hoy provocan es que ninguna mujer cerremos los ojos, ni nos callemos los gritos, porque si no lo han entendido: tenemos rabia y mucho miedo.