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El fortalecimiento de la economía global, la expectativa de que los estímulos monetarios en Europa y Japón no serán retirados en el corto plazo, y la expectativa de una administración en Estados Unidos con políticas económicas pronegocio han fungido como pilares de esta última etapa del mercado alcista que comenzó en noviembre del año pasado.

Esta etapa ha contribuido a que los mercados accionarios extiendan el bull market más largo de la historia con un nivel de volatilidad casi inexistente. Aunque las valuaciones en los mercados accionarios se encuentran considerablemente por arriba del promedio histórico, los optimistas argumentan que la combinación de tasas de interés históricamente bajas y la expectativa de un impulso fiscal acompañado de un marco regulatorio más favorable —aunado a un entorno de amplia liquidez global— es más que suficiente para justificar los niveles de valuación actual. Sin embargo, hay algo que distingue a este bull market de otros y que debe poner a pensar a los inversionistas.

En los últimos meses, el alza en los mercados accionarios ha sido acompañada por un fuerte rally en otros activos que generalmente tienen un comportamiento inverso al de los mercados accionarios. Entre estos activos destacan el oro y los bonos soberanos.

Históricamente, no es fácil encontrar periodos prolongados en los que tanto el mercado accionario como el mercado de bonos y el precio del oro muestren una tendencia alcista tan pronunciada de manera simultánea. Normalmente, un mercado accionario alcista refleja cierto optimismo sobre la perspectiva de crecimiento económico mientras que los precios del oro y de los instrumentos de renta fija al alza suelen reflejar preocupación por una posible desaceleración en el ritmo de actividad económica o preocupación por presiones inflacionarias futuras.

Tanto los bonos soberanos de Estados Unidos como el oro, históricamente han fungido como activos refugio por excelencia en los momentos que crece la aversión al riesgo. Aunque no es la primera vez que esto sucede, el alza paralela de estos tres tipos de activos manda señales encontradas. Esta situación se dio durante parte de la segunda mitad de la década anterior; el mercado de bonos y el mercado del oro implícitamente señalaban una posible desaceleración en el ritmo de la actividad económica mientras que el mercado accionario, en plena burbuja, parecía ajeno a esta posibilidad.

En ese entonces, fue el comportamiento en el mercado de bonos y el oro los que terminaron anticipando, de manera correcta, el desempeño de la economía, mientras que el mercado de renta variable estaba sobrevalorado. Ahora pareciera que los mercados accionarios son de nuevo los que están actuando de manera más complaciente, dando mayor peso a los factores positivos que a los riesgos.

En nuestra opinión, el principal riesgo es que la gran expectativa de un impulso fiscal y una reforma regulatoria en Estados Unidos pierda fuerza y que una parálisis política acabe por quitarle fuerza al mercado. En este sentido, los mercados accionarios podrían ser vulnerables a un ajuste.

De manera anecdótica, los periodos más débiles para los mercados accionarios de Estados Unidos en la era poscrisis han ocurrido durante los veranos. En el 2010, el Dow Jones tuvo una corrección de aproximadamente 12% entre finales de abril y finales de junio. En el 2011, el bache ocurrió entre mediados de julio y mediados de agosto con una corrección de casi 15 por ciento. En el 2012, el ajuste se dio principalmente en mayo con una caída de 8 por ciento. En el 2013, se observaron dos ajustes, uno de 4% en la segunda quincena de junio y otro de 5% durante el mes de agosto. En el 2014, se dio un ajuste de 5% entre mediados de julio y principios de agosto. En el 2015 el ajuste fue de casi 10% entre mediados de julio y finales de agosto. En el 2016 el ajuste fue de apenas 3% en junio.

Aunque las razones para cada uno de estos movimientos fueron muy diferentes, las señales actuales parecen anunciar un posible ajuste.

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