Elecciones 2024
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Llevamos varias semanas poniendo atención a los precios de los energéticos, especialmente las gasolinas y el gas de uso doméstico, porque los precios internacionales de los hidrocarburos han subido en este primer trimestre y porque el peso se ha depreciado frente al dólar.

Pero quedaba en lo anecdótico, porque la opinión pública no tenía este tema entre sus preocupaciones centrales. Pero cuando ya se nota en el bolsillo, entonces se convierte en tema de discusión.

Es mala noticia para los consumidores de una economía en recesión que suban los precios de estos insumos básicos. Pero lo que puede hacer que esos consumidores se enojen es que se ha hecho de los precios de los energéticos, en especial de la gasolina, un asunto político-partidista que lo hace más pesado.

Cuando este gobierno era oposición manipulaba a la opinión pública con los precios de las gasolinas. Sabían que cuando subían los combustibles ellos acercaban un cerillo y obtenían grandes beneficios electorales del incendio social.

Una de las promesas centrales de Andrés Manuel López Obrador para convencer a las clases medias de que votaran por él, fue aquella de no subir los precios de las gasolinas y, por el contrario, bajarlos a partir del próximo año.

Son pocos los que tienen claro que el de las gasolinas es un mercado abierto, sujeto a los precios internacionales del petróleo, son más los que creyeron que finalmente alguien les cumpliría esa vieja y recurrente promesa.

Por eso es que hoy que los precios de las gasolinas van cercanos a 20% de aumento en lo que va de año, cuando ya se nota un impacto fuerte en la medición inflacionaria y cuando estos incrementos se suman a los constantes aumentos en los precios de los alimentos desde que inició el confinamiento por la pandemia hace ya un año, es cuando se encienden los focos de alerta en la 4T.

Si el gobierno de Andrés Manuel López Obrador quisiera hacer algo para contener el alza de los precios de los combustibles, seguramente estará mal hecho.

Lo más sencillo es la salida retórica. Llevar el tema a la mañanera y tratar de sembrar entre sus seguidores, y opositores, algún discurso que deslinde a la 4T de la promesa que hizo López Obrador de impedir que las gasolinas subieran más que 3% de inflación. Algunas frases hechas y lugares comunes y a lo que sigue.

Pero no será sencillo, porque el aumento en las gasolinas ya pega fuerte a los consumidores y ya movilizó a los concesionarios del transporte público de la Ciudad de México. Ya es tema social.

Otra salida más radical es reducir de manera considerable la tasa de recaudación del impuesto especial que se cobra a las gasolinas para contener un poco el precio. Sería una pésima decisión en momentos en que cae la recaudación. Pero si esto crece en la opinión pública, lo podrían hacer.

Hay medidas radicales que ojalá no las intenten, como regresar a los subsidios, no publicar los precios, o bien obligar al Inegi a que no reporte la inflación de los combustibles. Suenan como opciones descabelladas, pero la contrarreforma eléctrica era una opción descabellada y ya es una realidad.

Llevamos varias semanas poniendo atención a los precios de los energéticos, especialmente las gasolinas y el gas de uso doméstico, porque los precios internacionales de los hidrocarburos han subido en este primer trimestre y porque el peso se ha depreciado frente al dólar.

Pero quedaba en lo anecdótico, porque la opinión pública no tenía este tema entre sus preocupaciones centrales. Pero cuando ya se nota en el bolsillo, entonces se convierte en tema de discusión.

Es mala noticia para los consumidores de una economía en recesión que suban los precios de estos insumos básicos. Pero lo que puede hacer que esos consumidores se enojen es que se ha hecho de los precios de los energéticos, en especial de la gasolina, un asunto político-partidista que lo hace más pesado.

Cuando este gobierno era oposición manipulaba a la opinión pública con los precios de las gasolinas. Sabían que cuando subían los combustibles ellos acercaban un cerillo y obtenían grandes beneficios electorales del incendio social.

Una de las promesas centrales de Andrés Manuel López Obrador para convencer a las clases medias de que votaran por él, fue aquella de no subir los precios de las gasolinas y, por el contrario, bajarlos a partir del próximo año.

Son pocos los que tienen claro que el de las gasolinas es un mercado abierto, sujeto a los precios internacionales del petróleo, son más los que creyeron que finalmente alguien les cumpliría esa vieja y recurrente promesa.

Por eso es que hoy que los precios de las gasolinas van cercanos a 20% de aumento en lo que va de año, cuando ya se nota un impacto fuerte en la medición inflacionaria y cuando estos incrementos se suman a los constantes aumentos en los precios de los alimentos desde que inició el confinamiento por la pandemia hace ya un año, es cuando se encienden los focos de alerta en la 4T.

Si el gobierno de Andrés Manuel López Obrador quisiera hacer algo para contener el alza de los precios de los combustibles, seguramente estará mal hecho.

Lo más sencillo es la salida retórica. Llevar el tema a la mañanera y tratar de sembrar entre sus seguidores, y opositores, algún discurso que deslinde a la 4T de la promesa que hizo López Obrador de impedir que las gasolinas subieran más que 3% de inflación. Algunas frases hechas y lugares comunes y a lo que sigue.

Pero no será sencillo, porque el aumento en las gasolinas ya pega fuerte a los consumidores y ya movilizó a los concesionarios del transporte público de la Ciudad de México. Ya es tema social.

Otra salida más radical es reducir de manera considerable la tasa de recaudación del impuesto especial que se cobra a las gasolinas para contener un poco el precio. Sería una pésima decisión en momentos en que cae la recaudación. Pero si esto crece en la opinión pública, lo podrían hacer.

Hay medidas radicales que ojalá no las intenten, como regresar a los subsidios, no publicar los precios, o bien obligar al Inegi a que no reporte la inflación de los combustibles. Suenan como opciones descabelladas, pero la contrarreforma eléctrica era una opción descabellada y ya es una realidad.