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Una reducción en el precio del crudo puede traducirse en menores precios para negocios y hogares. Puede, pero no es seguro…

La OPEP logró prolongar seis meses el acuerdo para limitar la producción de petróleo, pero lo anunciado ayer dejó fríos a los mercados. Se esperaba mucho más de la cumbre de miembros de la OPEP y anexos. La decepción se tradujo en una caída de 4.7 por ciento promedio en el precio del petróleo, 3.6 por ciento para la mezcla mexicana.

El problema no es la caída registrada en un día, sino el mal sabor que deja el acuerdo alcanzado. La cantidad que se recorta resultó inferior a la esperada por los expertos. Más aún, tratándose de la OPEP, es normal que haya dudas sobre la capacidad de lograr que los compromisos se cumplan. Hay un riesgo real de que se produzca un ajuste mayor en el precio.

Esta racha bajista puede ser una buena noticia para México. La razón es muy simple: México se ha convertido en un importador neto de petróleo y otros productos petroleros, como la gasolina, el diesel, la turbosina, el gas LP y el gas natural. Hasta hace relativamente poco nuestras exportaciones de petróleo alcanzaban y sobraban para pagar todo lo que importábamos. Ahora no es así. Somos un exportador regular y un GRAN importador. Somos el mayor comprador de gasolina y derivados del petróleo para Estados Unidos.

Las cifras de la balanza comercial petrolera son contundentes. En el 2016, hubo un déficit de 12 mil 748 millones de dólares. Las exportaciones de productos petroleros fueron de 18 mil 818 millones de dólares en el 2016. Las importaciones, en ese periodo, ascendieron a 31 mil 566 millones de dólares.

En el primer trimestre del 2017, el desequilibrio de la balanza se ha agudizado. El déficit suma 4 mil 376 millones de dólares de enero a marzo. Esto es 73% más de lo que era en los primeros tres meses del 2016, un total de 2,526 millones. De lo ocurrido al comienzo del 2017, llama la atención el crecimiento explosivo en la importación de gas natural, gasolina y diesel. Las importaciones de gas crecieron 99.7%; las de gasolina, 65%, y las de diesel, 173 por ciento.

Una baja tiene un aspecto positivo, pero una baja demasiado grande podría ser negativa. Todo es cuestión de dosis. Ya lo vivimos a principios del 2016, cuando el precio de la mezcla mexicana del petróleo cayó por debajo de 20 dólares. A ese nivel muchos de los campos de producción que se encuentran en México no son rentables. Con precios muy bajos, se inhiben las inversiones en el sector petrolero. Estas inversiones son fundamentales para que México recupere la plataforma de producción que alguna vez tuvo. En el 2004 la producción llegó a su máximo histórico: 3.4 millones de barriles diarios. En el 2017 estaremos entre 1.9 y 2.0 millones.

Ojo: no quiero decir que una baja en el precio del petróleo sea una buena noticia para Petróleos Mexicanos ni para el gobierno mexicano. Pemex tendrá menos ventas y eso significa menores ingresos para el gobierno mexicano. Es el principal accionista de la petrolera que, además, es el principal contribuyente a la hacienda nacional. Afortunadamente para casi todos, México es más grande que Pemex y las arcas de Hacienda; una reducción en el precio del petróleo puede traducirse en menores precios para los negocios y los hogares. Puede, pero no es seguro, porque el mercado de los derivados del petróleo está lleno de prácticas oligopólicas. Las empresas pesan mucho más que los consumidores.