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El Banco de México bajó las tasas de interés por décima vez en año y medio. La tasa de referencia ya está en 4.5%, muy abajo de 8.25% que estaba en diciembre del 2018. Casi todo mundo celebra la decisión del banco central, con razón, pero vale la pena decir que este recorte no es una buena noticia para todos. Pregunten a los ahorradores. ¿Por qué no hablamos de ellos? En México, hay 101 millones de cuentas bancarias activas, de las cuales, 63 millones son depósitos de exigibilidad inmediata y alrededor de 3 millones son depósitos a plazo.

En un lapso de 18 meses, estos ahorradores pasaron de tener altos rendimientos por sus depósitos a una situación donde el banco les ofrece algo que no compensa la inflación. En el 2018, podríamos sentir envidia porque recibían mucho por guardar su dinero. Ahora, hemos llegado al punto en el que debemos sentir, quizá, preocupación por ellos y su patrimonio. La inflación está arriba de 3% y las tasas de interés reales, luego de impuestos, se quedan muy cerca de cero o son negativas. Son tiempos duros para los ahorradores. Tengo en mente viudas y jubilados.

¿Debería el Banco de México pensar en ellos y ellas cuando toma sus decisiones de política monetaria? Podemos suponer que la Junta de Gobierno lo hace, pero que esa multitud silenciosa pesa poco en la balanza de las decisiones. Los banqueros centrales ponen mucha atención en el impacto inflacionario de sus medidas; analizan cómo puede afectar la percepción de los inversionistas que tienen sus capitales en México, en la reacción de los mercados y en la volatilidad del tipo de cambio del peso frente al dólar.

Los banqueros centrales también tienen un ojo en la economía real. Quieren echar una manita en un año terrible. Como buenos economistas, están seguros de que al decidir un recorte de las tasas éste se traducirá en un incentivo para impulsar la inversión y el consumo o elevar el Producto Interno Bruto. ¿Esto ocurre de verdad?

Cuando el Banco de México baja las tasas de interés, lo primero que se reduce es el rendimiento que los bancos ofrecen a los ahorradores. Esto ocurre inmediatamente y puede afectar el consumo. La otra baja en las tasas tarda mucho más en llegar… si es que ocurre. Me refiero al costo del dinero para quienes usan la tarjeta de crédito o quiere fondear su negocio. Tarda más, porque la tasa de interés de los bancos depende de otros factores que conspiran para complicar la reducción del costo de los créditos.

Lo anterior lo sabe todo mundo, pero con frecuencia lo olvidan los expertos y los ejecutivos bancarios. El ciudadano de a pie escucha la noticia de la decisión del banco central con indiferencia porque ya conoce la película. Va a su banco y pregunta: ¿por qué no me bajan la tasa de la tarjeta de crédito? Recibe todo tipo de respuestas: profesionales, lógicas, complicadas o disparatadas, pero se queda en las mismas. Lo que sí baja rápido y seguro es la tasa que recibe del banco por los ahorros. “Es que ya ve que el Banco de México está bajando las tasas”, explica la señora del escritorio al cliente. Muchas veces es la misma que tiene problemas para convencer cuando se trata de explicar por qué la tarjeta mantiene los réditos, a pesar de lo que decidió el Banco de México.

Con las tasas a 4.50, ¿tendremos más consumo e inversión? La respuesta trasciende el ámbito monetario-financiero. Depende de la confianza que tengan los consumidores y los inversionistas. Es confianza en el futuro y en las oportunidades que éste traerá. En el aire está un factor que cuenta mucho para los banqueros: el riesgo. Esto puede referirse al perfil crediticio de la persona, al sector en el que opera el negocio o a la situación del país. No sabemos qué pasará. Sólo podemos apostar a que bajarán las tasas para los ahorradores. Son millones, más nos vale no olvidarnos de ellos.