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Todo el chiste está en lograr que los que creen que es buena idea comprar dólares arriba de 16.50 para venderlos después en 20, “como dice la gente que va a llegar”, se desanimen y dejen de apostar en contra del peso.

Y a mayor escala, que los analistas que consultan las tesorerías de las firmas medianas y grandes aconsejen que ante el mayor apetito por pesos en el mercado llegará el momento de dejar de acumular posiciones en la divisa estadounidense.

Si a la ampliación del mecanismo de subasta de dólares de la Comisión de Cambios le quieren llamar rescate, salvamento, ayuda, medida desesperada y demás, es lo de menos. Lo importante es desactivar la maquinaria especulativa que se echó a andar a propósito de la popularización del proceso de apreciación que vive el dólar frente a las monedas del mundo.

El problema es que una medida así puede rápidamente perder efectividad por el tamaño del monstruo en el que se ha convertido la negociación del peso a nivel internacional.

Está lejos de ser una moneda madura, pero no hay duda de que es una de las monedas emergentes más negociadas del mundo. De hecho está en el top 10 de las operaciones cambiarias del planeta. Por lo tanto, es difícil que un dulce de 200 o hasta 400 millones de dólares diarios implique algo significativo.

Desanima a los especuladores ocasionales y eso es muy valioso, pero no podría frenar las olas de los que especulen de verdad. Hasta eso el peso no ha sido tan castigado como otras monedas, básicamente porque la economía mexicana tiene más estabilidad que otros emergentes.

Es más fácil especular y lograr que otros hagan lo mismo en una economía que aparece vulnerable, con baja actividad económica y problemas financieros evidentes.

No es el caso de México, que tiene un equilibrio fiscal no ideal, pero aceptable, y que cuenta con un blindaje financiero excepcional para un mercado emergente de este tamaño.

Independientemente de los que buscan ganar centavos comprando y vendiendo dólares, hay grandes bloques de capitales que buscan los mejores rendimientos. Son los que huyeron del dólar cuando se implementaron las políticas de hiperliquidez y son los que ahora presionan los mercados de bonos en la expectativa de alza de las tasas por parte de la Reserva Federal.

Una forma de responder con más efectividad ante el movimiento de capitales que alienta la especulación es con el precio de quedarse en pesos.

Hacer atractivo el peso puede ser mejor que defender la moneda con carretadas de dólares en un mercado cambiario gigante.

Tiene que haber plena certeza entre las autoridades financieras, no sólo del Banco de México, sino también conviene que en la Secretaría de Hacienda estén convencidos de ello, de que es más oneroso para la economía mexicana tener un dólar tan caro que una tasa de interés medio punto más alta desde este momento.

El peso fuerte fue una consecuencia de un dólar deliberadamente barato, eso no regresará en un largo tiempo porque Estados Unidos no necesita más una moneda depreciada.

Si adelantarse a subir las tasas de interés ayuda a sobrellevar de mejor manera este cambio extraordinario deberían considerarlo una herramienta útil.