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Cuando a principios de este siglo el economista británico James O’Neill acuñó el término BRIC para referirse al potencial que tenían juntas las economías de Brasil, Rusia, India y China, no pocos reconocieron, claro, el ingenio del acrónimo, sino la verdadera oportunidad que en ese momento mostraban esas cuatro economías emergentes.

Antes de acabar la primera década de este siglo, los BRICS, con Sudáfrica ya incorporada, despertaba la envidia, o al menos la duda, de la conveniencia de que una economía como México debería sumarse a ese poderoso bloque de países emergentes, sobre todo porque con la crisis subprime del 2008, aquellos no lo pasaron tan mal.

Políticamente, el presidente brasileño, Luis Inacio Lula da Silva era incómodo pero llevadero. Pero China y Rusia, definitivamente no eran modelos políticos compatibles, pero eran en ese momento tolerables en el nombre del comercio.

México siempre fue tentado de buscar un acercamiento con los BRICS, sobre todo por ese discurso eterno de buscar la diversificación del comercio, en especial hacia el sur del continente. Pero la plena absorción de este país hacia América del Norte siempre hizo desistir a los gobiernos federales de intentarlo.

Siempre quedó la duda de si un régimen como el de Andrés Manuel López Obrador no caería en la tentación ideológica de ser socio de chinos y rusos. Pero, afortunadamente, dentro de las obsesiones positivas que tiene este Presidente está el mantener la relación comercial con Estados Unidos.

De hecho, López Obrador fue muy específico de tener como prioridad cuidar la relación con el norte y descartó una participación “en lo que hagan otros países” en referencia a los BRICS. Una declaración que deja ver la mano de Washington, pero que es reconfortante para todos.

Sobre todo, porque al paso de los años, los BRICS han dejado de ser la promesa de los países emergentes para convertirse en el bloque que quedó del lado equivocado.

En términos económicos, la mayoría de esas naciones empezaron a tener dificultades económicas tras la caída del precio de los commodities en el 2015. Fue un parteaguas para esas naciones de extensos territorios con alta vocación a la exportación de materias primas.

También, del lado económico China es hoy una gran interrogante sobre su futuro económico. Ya no es la súper potencia que crecía a doble dígito y que tenía para dar y repartir.

Pero sobre todo en lo político. Rusia busca aliados que lo respalden en su invasión a Ucrania. En estos momentos se lleva a cabo una cumbre de los BRICS en Sudáfrica y Vladimir Putin no asistió por temor a que se ejecute una orden internacional de captura.

China, hoy tiene un claro conflicto comercial con Estados Unidos y el resto de occidente y es el momento de elegir el lado en el que las economías emergentes quieren estar en medio de este pleito.

Brasil ha perdido liderazgo en Latinoamérica por el crecimiento de los populismos que apuntan en otras direcciones y la realidad es que Lula parece haber perdido el toque con los años.

Sudáfrica se apagó después de su mundial de futbol e India es la única economía con un futuro prometedor, pero con dificultades.

En fin, hoy los BRICS no son el lugar donde una economía como México quisiera estar.