Cientos de miles de personas asistieron el sábado a uno de los actos más importantes de la visita del papa Francisco a Corea del Sur: la beatificación de 124 coreanos asesinados por su fe hace más de dos siglos. Las calles que conducen a la emblemática Puerta de Gwanghwamun de Seúl estaban atestadas de coreanos … Continued
Cientos de miles de personas asistieron el sábado a uno de los actos más importantes de la visita del papa Francisco a Corea del Sur: la beatificación de 124 coreanos asesinados por su fe hace más de dos siglos.
Las calles que conducen a la emblemática Puerta de Gwanghwamun de Seúl estaban atestadas de coreanos que rindieron homenaje a los católicos laicos ordinarios que fundaron la iglesia en el siglo XVIII en la Península Coreana.
La Iglesia Católica en Corea tiene como distintivo único que no la fundaron misionarios o sacerdotes que trajeron la fe a la península ni convirtieron a la población, como ocurrió en la mayor parte del mundo, sino que la establecieron miembros de las propias clases nobles de Corea que aprendieron la Cristiandad mediante la lectura de libros.
Estos primeros católicos fueron asesinados en los siglos XVIII y XIX por la dinastía Joseon, que intentó erradicar la influencia occidental de la Península Coreana.
La multitud aclamó cuando Francisco declaró beatos a los 124 coreanos, el primer paso para que alguna vez puedan convertirse en santos. En medio de un clima nublado y brumoso, muchas mujeres entre la muchedumbre llevaban velos de encaje; otras utilizaban viseras de papel para el sol que tenían escritas las palabras “Papa Francisco”.
La escena era impresionante: miles de personas estaban ordenadamente separadas en secciones por barreras distantes de un altar, instalado frente a la Gwanghwamun, la puerta sur del palacio Gyeongbokgung, en cuyo fondo sobresalía hacia lo alto la montaña Inwang y en las cuestas inferiores la Casa Azul presidencial.
La policía con chalecos verdes vigilaba las barreras en tanto que voluntarios distribuían agua para hacer frente al calor y la humedad.
La policía declinó calcular la multitud, pero medios locales la establecieron en un millón de personas. El número fue importante si se considera que los católicos representan sólo 10% de los 50 millones de habitantes de Corea del Sur.
“Estoy muy agradecida de la visita del papa a Corea del Sur”, dijo Yu Pil-Sang, católica de 75 años que intentaba ver a Francisco desde afuera de una barrera de la policía.
“Pero me apena que todos los accesos para ver al papa estén bloqueados. Vine cuando menos a escuchar su voz”, agregó.
En su homilía, Francisco dijo que las lecciones de los mártires son relevantes hoy para la iglesia en Corea, que es pequeña pero aumenta y es considerada un modelo para el resto del mundo.
“(Esos mártires) estuvieron dispuestos a hacer grandes sacrificios y se despojaron de lo que les impidiera acercarse a Cristo —posesiones y tierras, prestigio y honor— porque estaban convencidos de que solo Cristo era su verdadero tesoro”, declaró el pontífice.
“Ellos nos desafiaron a pensar en que estaríamos dispuestos a morir si existe”, agregó.
Francisco destacó la gran importancia que personas laicas ordinarias tuvieron para la fundación y crecimiento de la Iglesia Católica en Corea, un tema que tiene previsto abordar durante la jornada cuando se reúna con dirigentes de movimientos laicos.
La iglesia cuenta con este tipo de laicos, hombres y mujeres, para propagar la fe en Asia, a la que el Vaticano considera el futuro de la iglesia.
Con información de AP