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Acaba el año y la pandemia está en su peor momento. El centro de datos de la Universidad Johns Hopkins reporta 1.7 millones de muertes a nivel global. En México hay más de 118 mil decesos reconocidos oficialmente. Y sabemos que la tragedia es mayor, pues en todo el mundo hay un subregistro de muertes por covid-19.

Justo cuando en muchos países empieza la segunda gran oleada de la pandemia, se ha detectado una nueva cepa del virus, mucho más contagiosa que la que nos ha azotado. En Londres, los casos de covid-19 casi se duplicaron la semana pasada y se estima que alrededor de 60 por ciento corresponden a esta variante.

Es cierto que no todas son malas noticias. El inicio de la vacunación en Estados Unidos y otros países abre el camino para un regreso a cierta normalidad, aunque claramente ese proceso será mucho más lento en las naciones menos desarrolladas. Creo que en México no se ha dimensionado el tamaño del reto que implicará la distribución de vacunas ni el tiempo que llevará aplicarlas ampliamente.

La búsqueda de medicinas para el tratamiento no ha sido tan exitosa. A los pocos meses de iniciada la pandemia se generaron grandes expectativas en torno al potencial de fármacos usados para tratar ébola, malaria, artritis reumatoide, influenza y hasta enfermedades causadas por parásitos.

Ninguno funcionó como se esperaba. Otros tratamientos, como el coctel de anticuerpos monoclonales que le administraron al presidente Trump, parecen ser más promisorios, pero no están disponibles para todo el que los necesite.

Por supuesto, hoy los médicos saben mucho más del virus que hace seis meses. Los efectos cardiovasculares están mejor identificados, lo mismo que las reacciones inflamatorias generadas por este coronavirus. Sin embargo, el hecho es que aún no hay un tratamiento, como el Tamiflu lo ha sido para la influenza.

Mientras las vacunas se distribuyen, las mejores armas siguen siendo el distanciamiento social, las mascarillas y el lavado de manos. Ante el aumento de los contagios y la amenaza de una nueva cepa del virus, es vital atender estas recomendaciones de la ciencia. Por desgracia, es justo ahora cuando la gente parece estar menos dispuesta a cuidarse y a cuidar a los demás.