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La reacción de las autoridades estatales y federales al ataque de más de un centenar de criminales en Villa Unión, Coahuila, es ejemplo a seguir en todo el país para que ante situaciones parecidas se aplique el mismo “protocolo”: el uso legítimo de la fuerza y sin cuartel contra la delincuencia organizada.

Además de rafaguear la alcaldía, los agresores pretendían incendiarla, pero se les cayeron los bidones de gasolina. En cuanto vieron que el asalto era repelido y se toparon con policías que le mataron a su gerifalte, simplemente emprendieron la huida.

Cabecera del municipio del mismo nombre que preside la panista Narcedalia Padrón Ramos, el poblado se encuentra 60 kilómetros al sur de Estados Unidos y es territorio codiciado por traficantes de drogas, armas y personas.

De manera oportuna, resuelta y eficaz, el gobernador priista Miguel Riquelme Solís, apoyado por su policía estatal, el Ejército y la Guardia Nacional (cuyo comandante supremo es el presidente Andrés Manuel López Obrador) hicieron lo que se espera de las autoridades como principal responsabilidad: actuar en defensa de la población y enfrentar a los delincuentes.

Hasta ayer, el balance de lo sucedido es de 18 pistoleros, cuatro agentes policiacos y dos civiles, uno de ellos bombero, muertos (una indiscutible “masacre”); diez detenidos, 17 vehículos (cuatro artillados con armas calibre .50, capaces de tumbar un helicóptero), 18 armas largas y miles de cartuchos útiles asegurados.

Según el gobernador, en la persecución de los matones participaron 550 entre policías y soldados integrados al muy bien organizado Operativo Noreste.

Distinto a la frustrada operación de captura de Ovidio Guzmán en Culiacán, lo aislado, escasamente poblado y precariamente comunicado de Villa Unión (caminos de brecha) hizo que se dificultara menos la batida contra quienes pretendieron intimidar a las autoridades.

Además de un menor que fue levantado y no aparece, la agencia France Press reportó que dos cazadores de nacionalidad estadunidense (Donald Chapman, tío, y Colby William, sobrino) fueron secuestrados por los criminales al huir de las fuerzas federales. Desaparecieron de un rancho entre los municipios Hidalgo y Guerrero (también en Coahuila) desde la mañana del mismo sábado. “Nos comunicamos a los teléfonos móviles, pero contesta gente del cártel”, dijo uno de sus paisanos a AFP.

Riquelme Solís reconoció el valor y la entrega de los policías caídos y prometió que sus familias, además de las prestaciones de ley, tendrán todo el apoyo para garantizarles estudios y una vida digna a los hijos que quedaron huérfanos.

Villa Unión emblematiza la necesaria unión de los distintos niveles de gobierno, cualquiera sea el color, la política y la ideología partidista, para cumplir con la obligación esencial del Estado: proteger a la población y no solo enfrentando a la delincuencia, sino persiguiéndola, correteando inclusive a los criminales…