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Pastorela.

Al levantarse el telón, el público verá una escenografía que semeja un congestionamiento de tránsito, similar al que los capitalinos vivimos a cualquier hora y en cualquier lugar de la hoy, oficialmente, llamada Ciudad de México. El personaje llamado el Ermitaño es el chofer de una camioneta pick up de la cual bajarán los personajes que hablan.

Ermitaño.- Me relleva la chingada, con este tránsito atroz, se hará larga la jornada, encontraremos al niño ya bien cocido el arroz.

Bato- Conste que te lo advertimos mis compañeros y yo, así que mejor seguimos a pie para ver al niño y te decimos adiós.

Bartolo.- Nomás por hacerte caso, los cuatro somos pendejos. Vamos agarrando el paso que aún estamos muy lejos.

Aurora.- Agarra el segundo piso, te dije pinche Ermitaño. Así que tras ese aviso de advertencia, no hay engaño.

Ermitaño.- No crean que no entendí que agarrara la autovía, lo que pasa es que leí que en ella cobraban peaje y me dije: yo a la OHL de maje le pago peaje.

Gila, Bato, Aurora y Bartolo. (A un tiempo).- ¿La OHL?

Ermitaño.- Sí, la OHL, una empresa dirigida por Oteiza, que nos ha metido gol. Y suben tanto sus cuotas porque nos creen sus idiotas. Construyeron con derroche el Viaducto Bicentenario porque le dieron su moche a uno que otro funcionario.

Bato.- Pues aunque tengan billetes no dejan de ser ojetes. Y pongámonos en marcha, pues hace frío y escarcha. Vayamos a ver al niño…

Gila.- A mostrarle nuestro cariño.

Cuando van a emprender la marcha entran a escena dos diablos vestidos de agentes de tránsito. Portan chalecos. El llamado Diablillo, con la leyenda “Autorizado para infraccionar”. En el chaleco del otro, Mor-Demon, se lee: “Autorizado para morder”. Ambos traen su Hand Held, con la que toman fotos de la camioneta para levantar una infracción o llegar a un arreglo con el clásico: “Ahí lo dejo a su criterio”. (Esta frase permanecerá mientras haya ciudadanos y autoridades. Cambiarán reglamentos, herramientas y uniformes pero lo clásico es inalterable).

Diablillo.- Un momento honorables ciudadanos…

Mor-Demon.- Ustedes serán infraccionados. O, ¿cómo nos arreglamos?

Bartolo.- ¿Qué hicimos?

Diablillo.- (A Mor-Demon) ¿Les decimos?

Mor-Demon.- (Les muestra el nuevo Reglamento de Tránsito) Pa’que vean que no les miento, dice aquí en el reglamento: En las vías rápidas no se puede ser peatón.

Diablillo.- ¿Ven? Por esa razón, se merecen la infracción.

Gila.- ¿Y qué dice del congestionamiento en su nuevo reglamento?

Bato.- Tenemos que caminar porque en auto no se puede circular.

Mor-Demon.- Tienen razón. Pero encontraremos otro motivo de infracción.

Diablillo.- ¿Cuál es su origen?

Mor-Demon.- ¿Hacía dónde se dirigen?

Gila.- Nosotros somos pastores y tenemos que llegar…

Diablillo.- ¿Son de Ayotzinapan y van a protestar?

Mor-Demon.- Hijos de la chingada, los vamos a macanear.

Diablillo.- O, tal vez sean maestros huyendo de la prueba de evaluación.

Aurora.- No, vamos a ver al niño de nuestro corazón.

Bartolo.- Con él queremos estar.

Gila.- Y lo vamos a adorar.

Bato.- Vamos rumbo a San Ángel.

Al escuchar San Ángel, los diablos se desintegran. En el escenario hay un oscuro.

Al volver la luz: Los pastores y el Ermitaño se encaminan a una construcción grande donde hay un letrero con la leyenda: “Fábrica de Sueños y una que otra Pesadilla”. Afuera hay muchas personas que no pueden entrar, tres edecanes atienden al público.

Bartolo.- (A las edecanes) Señorita, por favor, ¿quién de ustedes nos auxilia?

Aurora.- Es que queremos entrar por última vez a En Familia.

Edecán.- Nos meten en un aprieto… No queda un solo boleto.

De adentro del edificio surge un coro interminable:

Coro.- ¡Chabelo! ¡Chabelo! ¡Chabelo!…

Sobre este coro el Ermitaño dice al público.

Ermitaño.- Cuando hay pa’ carne es vigilia, ya no pudimos entrar al programa de En Familia para a Chabelo mostrar lo mucho que lo queremos. Ni modo, ya nos iremos y aunque la tristeza asfixia, nos queda una moraleja: La vida es una katafixia y uno la toma o la deja.

Cae el telón

Xavier

No quiero pasar la ocasión sin testimoniar mi agradecimiento a mi amigo, Xavier López Rodríguez, quien en un momento difícil de mi vida me tendió la mano generosamente. También considero pertinente aclarar que después de 47 años desaparece de la televisión el programa En Familia, no así su creador, quien seguirá dándole vida a su personaje: el amigo de todos los niños. Chabelo vive. ¡Viva Chabelo!