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El T-MEC es una isla de libre comercio en medio de un océano de proteccionismo estadounidense. Por eso cabe hablar de precariedad o fragilidad cuando nos referimos al acuerdo que firmará el presidente Peña Nieto en Buenos Aires, el 30 de noviembre. El Congreso de Estados Unidos tiene la última palabra y podría decir: no.

La permanencia de los aranceles a acero y aluminio es un recordatorio del clima proteccionista que prevalece en Estados Unidos. Este impuesto-castigo es ineficiente en términos económicos, pero tiene rentabilidad política y Trump lo sabe: se sirve de los aranceles para dar de comer a una audiencia ávida de medidas proteccionistas. Cómo explicar la inamovilidad de un impuesto que agrede a sus principales socios comerciales y además afecta las cadenas de valor en industrias como la automotriz.

¿Qué pasará con el T-MEC en el Capitolio? La modernización del TLC deberá pasar una dura prueba en el Legislativo de Estados Unidos. No está garantizada su aprobación, entre otras cosas, porque el partido de Trump ha perdido la mayoría en la Cámara de Representantes. La bancada demócrata, que ahora es mayoría, ha expresado dudas sobre si el acuerdo es suficientemente duro en los aspectos laboral y de medio ambiente. En el bando republicano, hay molestia por algunas disposiciones que incluye el nuevo acuerdo para defender los derechos laborales de miembros de la comunidad LGTB.

Hay una probabilidad razonablemente alta de que el Congreso de Estados Unidos no apruebe el T-MEC. Si esto ocurre, Donald Trump entrará en modo agresivo. El presidente de Estados Unidos se atribuye el mérito de haber logrado un acuerdo que le permitirá prescindir del odiado (por él) TLC. ¿Es necesario recordar que a Mr. T no le gusta que le lleven la contraria?

El eventual bloqueo del USMCA por parte del Congreso colocaría al presidente de Estados Unidos en una disyuntiva desagradable para él y muy peligrosa para México: dejar el TLC como está y volver a la mesa de negociaciones o sacar a Estados Unidos del acuerdo y dejar a la región de América del Norte “sólo” con las reglas de la OMC para administrar su comercio.

¿Cómo le iría a México sin T-MEC y sin TLC? La situación sería terrible, entre otras cosas, porque México no tiene un plan B y para defenderse no puede contar con el marco normativo de la Organización Mundial de Comercio. Esta institución no tiene la fuerza para obligar a Estados Unidos a respetar las reglas del libre comercio.

El riesgo existe, aunque se hable poco de ello. Estamos en una película de suspenso y lo único bueno es que sabremos el desenlace en el 2019.