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Muchos de los que ahora despachan como legisladores, hace no mucho tiempo encabezaban manifestaciones callejeras y aunque la protesta tuviera contenido no financiero, siempre solían hacer una escala frente a la Bolsa Mexicana de Valores o una sucursal bancaria.

Algunos de los más impresentables cerraban los accesos a la Bolsa para impedir las operaciones, sin saber que la operación bursátil mexicana es automatizada desde hace muchos años.

Esa misma ignorancia, plagada de traumas dogmáticos, es lo que hoy hace que la nueva mayoría de la cuarta transformación atente en contra de un negocio que marca la diferencia entre un país desarrollado y un país bananero.

Las telarañas mentales de los senadores de Morena los han llevado a presentar una iniciativa que busca eliminar el cobro de comisiones a los cuentahabientes por parte de los bancos que operan en México.

Vamos, quieren que toda la infraestructura que se requiere para las operaciones bancarias sea gratuita para los clientes de la banca. Y todo se trata de una preconcepción del negocio financiero como un elemento cochino del capitalismo maldito que oprime al pueblo bueno y que sólo enriquece a las organizaciones financieras globales.

Esta acción es igual a Fernández Noroña tomando los accesos de la Bolsa Mexicana de Valores para castigar a los capitalistas, pero ahora desde su mayoría legislativa.

Desde la perspectiva de Morena, basta con ser cliente de un banco para tener derecho a los servicios gratuitos de estas instituciones. Es como si comprara usted unos zapatos y el bolero tuviera que asear su calzado gratis, porque ya pagó por el calzado.

O como si llevara su maíz a la tortillería y tuvieran la obligación de convertirlo en tortillas porque es su derecho por ser dueño de la materia prima, que además es el alimento nacional.

Es cierto, el negocio bancario ha encajado el diente en sus clientes en muchas ocasiones y en muchos productos. Es verdad que el margen de ganancias de la banca en muchos sectores se puede reducir de manera significativa.

Pero es verdad también que los índices de informalidad e incumplimiento por la falta de Estado de Derecho mantienen el crédito caro. Los banqueros son empresarios arriesgando su dinero.

La radicalización que proponen los que ahora gobiernan desde el Congreso es el camino perfecto para destruir el sistema bancario mexicano.

Es exactamente lo mismo que hicieron con el aeropuerto: como sospechan que hay corrupción, mejor acaban con una obra multimillonaria, necesaria y con un avance de 30 por ciento.

Es una medida absurda, plagada de complejos comunistas y que va a condenar a que la bancarización que se había alcanzado se destruya. Por ejemplo, quieren que sea gratis que llegue usted a una sucursal bancaria y le impriman todos los estados de cuenta que usted quiera. ¿Sabe cuándo va a volver a funcionar una impresora en una sucursal?

Transferencias gratis, tarjetas gratis, disposición de un crédito gratis. En fin, la idea es que estos banqueros, neoliberales y explotadores del pueblo bueno inviertan y paguen personal para dar servicios gratuitos.

Hay una extraña tendencia a querer iniciar el próximo gobierno con una crisis de confianza que lleve a este país a una ruptura profunda.

Lo intrigante es si habrá conciencia y premeditación de provocar algo así para tener el pretexto perfecto de imponer un modelo al estilo bolivariano o simplemente les ganan las calenturas ideológicas y no están midiendo las consecuencias.