Elecciones 2024
Elecciones 2024

Lo último que de Rosa Isela Guzmán supo el Chapo fue su deseo y la posibilidad de visitarlo en el penal del Altiplano, según lo declarado a la periodista Adela Micha. En eso pensaba, el reo, en la duermevela, ese período de somnolencia en el que el pensamiento humano viaja entre el consciente y el subconsciente generando apariciones mentales de brillantes ideas, evocaciones y deseos. Escuchó un taconeo de mujer que no logró sacarlo del letargo que antecede al sueño. La mujer que consiguió entrar a su celda era igualita a la de la fotografía aparecida en la revista Proceso que está en circulación.

Rosa Isela: de aproximadamente 39 años, bien cuidado cuerpo, maquillada como para un estudio fotográfico, vestida de forma casual pero con ropa de marca, un Rolex en la muñeca y un collar de oro en el cuello; cariñosa, le da un beso al Chapo al tiempo que saca un paquete de su bolsa Louis Vuitton. Paquete —guato, diría el narco— que le entrega al prisionero: “Papacito, te traje lo que te gusta”.

El Chapo abre, con complacencia y rapidez, el paquete que contiene gran cantidad de productos médicos: Viagra, Cialis y Levitra que, como bien saben los que los usan, sirven para levantar el mástil de la nave y hacer duradera y, por ende, placentera la navegación sexual. El Chapo agradece a Rosa Isela con un fajo de billetes de 100 dólares, la forma que el presunto delincuente estila para corresponder cualquier favor, sea en el mundo de la mafia, en el planeta de la política o en el satélite de la iniciativa privada. Es poca la diferencia entre los cuerpos astrales mencionados. Los tres giran de forma directa o indirecta en la órbita de la estrella conocida como “In God we trust”.

Apenas desaparece la mujer, entra a la celda, donde aún se encuentra Guzmán Loera, un señor sin pelo en la cabeza, con anteojos, y suelta el siguiente choro: “No vamos a ceder ante especulaciones cuyo único objetivo es desviar la atención, victimizar al sujeto para relajar su vigilancia (…), que quede claro: por lo que corresponde al gobierno de la República, ni treguas ni alianzas ni pactos con el crimen”. El Chapo, que mientras el funcionario ha estado expresando su perorata, se la ha pasado metiéndole billetes de 100 dólares entre la ropa como se les introduce, en otros pagos, a las teiboleras entre sus tangas y sus brasieres. El preso aplaude al final del discurso y pregunta: “¿Pelón, tú como te apellidas?”. “Sales”. Y el Chapo obedece.

Ya fuera de la cárcel, el capo se dirige a Veracruz para reclamarle al gobernador su traición: “Pinche gordito —le dice el capo con confianza—, yo fui de los que te ayudé con un chingo de Frutsis y submarinos para tu campaña. Lo que pasa es que también recibiste dinero de los de la letra por eso se te armó el desmadre que traes”. Con el semblante desencajado, un Duarte nervioso, pregunta: “Tú que tienes trato con los de hasta arriba, ¿llegaré al final de mi mandato?”.

“A ver pinche bola de manteca” —así se lleva el de Badiraguato con el nacido en Veracruz— “como dijiste cuando te depositaron 35 cadáveres en Boca del Río (antes que fuera capital del estado): ¿te has portado mal? Contesta con franqueza. Sí, te has portado mal, por eso gane el Yunes que gane te van a chingar. Si yo fuera tú me iba a Tierra Blanca, al fin y al cabo ahí desaparece la gente”.

Joaquín suelta la carcajada, por lo que le dice al mandatario apodado Ñoño. Con la risa se traslada, mediante la magia del sueño, a Los Ángeles, California, no en calidad de extraditado, sino en calidad de productor de Hollywood. Se está filmado la peli de su vida, se llamará: “El señor de los túneles”. El papel del Chapo lo interpreta Kevin James —el comediante que hiciera “El héroe del centro comercial”— al que los productores de la pieza audiovisual contrataron con la condición de que se pusiera a dieta hasta caber por un túnel de 80 centímetros de ancho.

Guzmán Loera no da crédito de lo que ve, pero los productores le dicen que para ver tiene que dar crédito; es decir, más dinero del que ya puso para la producción. Con gusto, el Chapo suelta varios millones de dólares con una condición: hacer una escena de amor con Kate, para lo cual se prepara tragándose parte del cargamento de estimulantes sexuales que le llevó Rosa Isela.

De principio, Kate es reacia a hacer una escena de amor con el capo, pide una doble. Dice que ella es una mujer decente. Pero da el caso que éste es un sueño del Chapo y en su mundo no hay mujeres decentes, así que a querer o no, Kate hace la escena de amor con Joaquín. Kate es tan buena actriz que se entrega al Chapo, le da lengüetazos en el cuerpo, sobretodo en la cara. Cuando la pasión se extingue, el Chapo la abraza y duerme con ternura a su lado.

En ese momento, un toque de clarín despierta a los presos del Altiplano. La voz de un custodio se escucha: “Guzmán”. Al principio, el perro le daba miedo y ahora hasta lo abraza para dormir.