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A Rusia se le ahogó el niño de la calificación crediticia y ahora ha tapado el pozo del gasto público con el anuncio de recortes extraordinarios.

Si tan sólo el gobierno de Vladimir Putin hubiera tomado más en serio la salud financiera de Rusia y semanas antes hubiera anunciado su intención de cuidar los gastos, quizá no habrían degradado su nota crediticia que tanto peso tiene entre los que mueven las carteras en el mundo. Pero eso no existe, la realidad es que la “BB+” de Standard and Poor’s ahí está como un recordatorio de la dependencia económica y fiscal que Rusia tiene de los energéticos.

Los recortes planteados por el gobierno de Putin podrán llegar a muchos rincones del gasto público, a todos menos al militar. Ni un solo rublo menos para la defensa rusa es lo que se lee en las entrelíneas de un plan de emergencia ahora planteado.

Es evidente que la fortaleza del régimen de Putin se sustenta en el tamaño de su bota militar. Si se anexaron Crimea sin chistar fue precisamente por su musculatura castrense y si siguen amenazando a Europa y a Estados Unidos es porque tienen con qué presionar y de paso le conviene que un poco más de tensión geopolítica presione al alza los precios del petróleo.

México se ha adelantado a cualquier degradación en sus calificaciones crediticias con un mensaje indirecto de responsabilidad hacendaria.

No hay hasta hoy un solo anuncio oficial de optar por la austeridad sobre un mayor endeudamiento ante la inevitable realidad de la baja de los ingresos. Pero han soltado muy bien en los mercados la convicción de ser responsables en la manera de gastar. El no desmentir se convierte en la confirmación no oficial de esa actitud positiva del gobierno.

No debe ser nada sencillo para los que toman decisiones financieras compaginar esta convicción de estabilidad económica con los ánimos políticos del partido al que pertenecen que tiene total y lógico interés en ganar las elecciones que vienen con ese lubricante monetario que aporta el gasto público.

Tras el paquetazo fiscal que entró en vigor a inicios del año pasado los agentes económicos particulares perdieron capacidad de gasto e inversión, que de acuerdo con el diseño priísta de manejar las cosas se habría de compensar con un creciente gasto público.

Eso realmente nunca ocurrió, aumentó el gasto de forma significativa, pero no palió el efecto negativo de los impuestos en los privados.

Por eso es que ahora que hay que meterle mano al maná del gasto público hay la tentación de meterse en los rubros donde menos impacto social pueda tener.

El adelanto de cortar gasto de inversión en los sectores petrolero y eléctrico es una muy mala señal. Comprensible desde el punto de vista de ser el epicentro de la sequía de recursos, pero negativa si priva la sensación que primero le meten mano al gasto de inversión antes que al gasto corriente.

Lo que cuenta es mandar la señal de la responsabilidad en el gasto y eso incluye la honestidad de cortar primero el gasto corriente y después el de inversión, cuidando al máximo el gasto social.

Pero el gasto corriente parece ser para la política mexicana como el gasto militar de la política rusa: es lo que les permite estar donde están.