No hay duda de que está al alcance de la 4T hacer cualquier modificación legal que requiera una mayoría simple para ser aprobada. Hay una sola voz de mando y todos los que están bajo ese paraguas obedecen sin chistar. Lealtad a ciegas, sentenció el propio presidente Andrés Manuel López Obrador
No hay duda de que está al alcance de la 4T hacer cualquier modificación legal que requiera una mayoría simple para ser aprobada. Hay una sola voz de mando y todos los que están bajo ese paraguas obedecen sin chistar. Lealtad a ciegas, sentenció el propio presidente Andrés Manuel López Obrador.
Cuando esa modificación legal busca ser más profunda, a niveles constitucionales, requiere de una mayoría calificada que al menos en los números no tiene en la Cámara de Senadores.
Hay con ello la sensación en la opinión pública de que existe un dique opositor en el Senado que impediría cualquier cambio irracional del actual gobierno en el texto constitucional. Hay pues esa sensación de cierta guardia ante cualquier intento de llevar al país a la oscuridad y la pérdida total de la confianza en México.
Pero el capítulo en el que estamos, de las modificaciones a la Ley del Banco de México, nos ha dejado enseñanzas que hay que aprender para replantear esa supuesta certeza de un bloque opositor inquebrantable.
En primer lugar, aquí no hay una Ley Monreal. En México no pasa nada si no tiene el visto bueno del presiente Andrés Manuel López Obrador.
Puede un legislador demostrar su lealtad absoluta poniendo el pecho para recibir las balas de la crítica ante pifias de semejante tamaño, pero el visto bueno salió de Palacio Nacional.
Esa modificación legal, que por ahora hiberna en la Cámara de Diputados, fue capaz de pegar en la línea de flotación del Banco de México, tras ese disfraz de ser una buena modificación para que los paisanos puedan cambiar sus dólares.
Fue suficiente una mayoría simple para arriesgar la autonomía del Banco de México y enfrentarlo a la realidad de perder la confianza en el ámbito internacional. No hizo falta una modificación constitucional para intentar romper al banco desde sus entrañas y de paso arriesgar la calificación crediticia de la deuda pública del país entero.
Todo el plan pretendido para desaparecer los organismos autónomos, como tanto anhela el presidente López Obrador, puede pasar por la modificación de leyes secundarias y por lo tanto por la simple orden presidencial de que se ejecute esa desinstitucionalización del país.
Pero hay una lección adicional que dejó este episodio de la modificación a la Ley del Banco de México, que afortunadamente cobró relevancia social por canales de comunicación alternos a los silenciados canales habituales, y esta lección fue que ese tan confiado bloque de contención opositor tiene más fracturas que un dique de un río de Tabasco.
No sólo votaron a favor de esas aberrantes modificaciones legales priistas y perredistas, sino los mismos coordinadores de esas fracciones, Miguel Ángel Osorio Chong y Miguel Ángel Mancera, además de no pocos de sus subordinados.
También, dentro de las filas del Partido Acción Nacional hubo senadores que apoyaron esos cambios, lo que deja ver que ese tan afamado partido opositor puede bailar al son que le toque la 4T.
Hay evidencias pues, que anticipan que este gobierno tiene mucho más poder del que se pensaba para devastar cualquier ley o cualquier institución a niveles de mayoría calificada.