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El tan esperado Plan de Negocios de Petróleos Mexicanos resultó ser un plan de subsidios para esta empresa a la que llaman productiva del Estado.

No podía ser de otra manera, porque el margen que tiene la petrolera más endeudada del mundo es limitado con sus propios recursos y mucho más acotado cuando hay la insistencia caprichosa de construir una refinería, que no es negocio, lejos de los centros de consumo, como la de Dos Bocas en Tabasco.

La manera como plantean descobijar las finanzas públicas, con transferencias de recursos y con la limitación del cobro de impuestos a Pemex, puede incluso parecer insuficiente ante los requerimientos de esta empresa que tiene pasivos tan abultados.

Pero incluso si llegara a tener aceptación en el mercado, la primera reacción en el tipo de cambio deja ver dudas al respecto, lo que debe contestar de inmediato el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador es cómo este plan no causará un problema en las finanzas públicas con la descobijada que se dará para salvar a Pemex.

El plan de subsidios para Pemex contempla una reducción en el impuesto especial que paga la petrolera, el Derecho por la Utilidad Compartida, de la tasa actual de 65 a 58% el próximo año y a 54% para el 2021.

El Congreso debe modificar la Ley de Ingresos sobre Hidrocarburos, pero eso es un mero trámite en estos tiempos, para que Pemex deje de pagar casi 130,000 millones de pesos en impuestos durante los dos siguientes años.

Con más ilusión que otra cosa, el gobierno federal plantea que durante tres años el gobierno apoye fiscalmente a Pemex, para que en retribución el hijo pródigo recompense a papá gobierno los tres años siguientes con una producción que prometen que alcance los 2 millones 697,000 barriles de petróleo crudo al día para el final del sexenio.

Esta cantidad de petróleo que estima la 4T está en la misma línea imaginaria que la promesa presidencial de lograr un crecimiento de 6% del Producto Interno Bruto (PIB) en el 2024.

Hay dudas en el mercado si este recorte tributario fue suficiente. No hay sorpresa por la insistencia del capricho de Dos Bocas. Hay malestar por la marginación de los capitales privados en algunas áreas de participación conjunta con Pemex.

Pero lo que debe encender los focos de alerta entre los analistas y las firmas calificadoras es que las finanzas públicas dejarán de recibir enormes cantidades de recursos tributarios de la petrolera sin que haya una compensación por la vía fiscal.

El presidente López Obrador mantiene como promesa no hacer una reforma fiscal durante la primera mitad de su mandato. Y si la hace, jura que no subirá impuestos. El problema es que con las vías de ingreso actuales no parece que vaya a alcanzar para mantener la salud de las cuentas públicas con lo que se pierde por ingresos petroleros.

La economía se desacelera, en buena medida por su política de recortes a machetazos del gasto público, y esto implica la expectativa de menores tasas de recaudación. Y todo con un gasto en programas asistencialistas que aumenta y que promete un crecimiento exponencial durante los próximos años.

Pues ahí está el plan de subsidios para Pemex. La pregunta es ahora quién rescata las finanzas públicas del país.